Las cosas importantes de la vida no son cosas (proverbio hindú).
A pesar del impacto que causó el fallecimiento de Hugo Chávez, indudablemente la noticia del mes de marzo ha sido la elección del nuevo Papa Francisco. No solo el conclave fue seguido por millones de personas sino que una vez elegido el nuevo pontífice, los mandatarios de los principales países acudieron en masa a Roma a su ceremonia de toma de posesión.
Es interesante analizar el fenómeno de la iglesia católica: se trata de una de las instituciones más antiguas del mundo y al mismo tiempo, es una organización poco transparente y escasamente democrática. Dos ejemplos palpables de ello son el secretismo con que el transcurre la votación para elegir al Papa y la ausencia absoluta de la mujer en dicho proceso. ¿Veremos alguna vez a una mujer como Papa? Sin embargo, es innegable que la iglesia ha sido una “empresa” muy exitosa y lo ha hecho “vendiendo” el intangible por antonomasia: la fe. Según indican las estadísticas, la iglesia cuenta con 1.200 millones de “clientes” a quienes ofrece un producto inmaterial, imposible de ver, tocar, pesar, medir, comprar, vender, almacenar, transportar o empaquetar. El lenguaje que maneja la iglesia está igualmente repleto de intangibles: esperanza, caridad, pecado, amor, arrepentimiento, salvación… Y lo mismo ocurre cuando se refiere a sus principales símbolos. Dios, el diablo, los ángeles o el espíritu santo no son seres de carne y hueso.
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Javier Martínez Aldanondo
Gerente de Gestión del Conocimiento de Catenaria
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