El profesor en el E-Learning

Maite Sáenz6 diciembre 201211min

Por Antonio Díaz Morales, 
Director de Nebrija Business School.

Internet ha venido a revolucionar muchos sectores y el de la formación es uno de ellos. Ello ha supuesto la necesidad de una adaptación a este nuevo entorno formativo del aula, el alumno y el profesor. ¿Son necesarias las mismas competencias en un profesor en formación presencial o en un profesor en e-learning?

De entrada, hemos de reconocer que la formación a distancia no es algo nuevo y que ha ido evolucionando en la historia. Desde la lejana aparición del libro, otros medios fueron surgiendo para facilitarle más la distancia; la radio y la Tv más tarde supusieron la posibilidad de cumplimentar la transmisión escrita con la oral primero y la visual después, aportando muy grandes avances que, no obstante, no eliminaron totalmente el carácter presencial de la enseñanza puesto que el alumno no podía preguntar, es decir, se transmitía la información pero no había retroalimentación.

El porqué el alumno cada vez opta más por la distancia es evidente: la formación presencial supone un coste profesional o personal por tener que desplazarse hasta el centro de formación. Pero sin duda donde se produce un nuevo salto de enormes consecuencias es con la aparición de Internet, pues por fin hay un medio barato que permite transmitir contenidos, interactuar con el profesor y los alumnos y con una calidad cada vez mayor.

Podemos entender que el maestro o profesor es aquel que está capacitado para transmitir el conocimiento porque dispone de él y sabe difundirlo mediante el estudio y la experiencia. El papel del maestro no sólo es transmitir los conocimientos, también es ser capaz de que el alumno pueda experimentar ese conocimiento. La transmisión del conocimiento es la clave del proceso formativo y plantea la dificultad del modelo a distancia tradicional como un modelo que garantice ese aprender por parte del alumno; el autoestudio y la retroalimentación a los trabajos suplen en parte esa deficiencia, pero dependerá del perfil de alumno: un alumno ordenado y constante obtendrá unos mejores resultados que uno que no sea tan disciplinado.

Como ya se indicaba anteriormente, el modelo tradicional de enseñanza del profesor es el profesor-alumno, y con el tiempo, el profesor ha visto cómo internet se ha incorporado al aula, complicada herramienta puesto que permite al alumno en tiempo real contrastar la documentación en la Red sobre la materia impartida por el profesor. El problema que surge es que para el alumno en muchas ocasiones “todo lo que hay en la Red” es exactamente igual de riguroso, con lo que el profesor acaba compitiendo con la información que hay en internet a pesar de que en muchos casos no está contrastada. Digamos que todo lo que hay en la Red no tiene por qué ser cierto aunque para el alumno en muchos casos lo es. Con ello se genera una distorsión en el transcurrir de la sesión.

 El problema que surge es que para el alumno en muchas ocasiones “todo lo que hay en la Red” es exactamente igual de riguroso, con lo que el profesor acaba compitiendo con la información que hay en internet a pesar de que en muchos casos no está contrastada.

El otro punto clave es el modelo formativo 360º, que pone al alumno en relación no sólo con los compañeros del aula sino también con grupos de interés o afinidad en cualquier punto del planeta, lo que supone que el aula deja de ser el marco del proceso formativo y que el profesor pierde el control del escenario del proceso formativo. El alumno trata de generar conocimientos del profesor, compañeros y redes externas de relevancia para la materia.

¿Ha perdido el profesor entonces el control del proceso formativo? Pues digamos que se ve obligado a adaptarse al nuevo escenario para no quedarse obsoleto y su papel cambia claramente. Ya no es el único generador del conocimiento y eso para muchos profesionales de la enseñanza es un cambio para el que no estaban preparados. Unos porque era un escenario de confort, dominaban la puesta en escena en el aula, las dinámicas de la clase, los tiempos. Otros porque se ven obligados a un continuo proceso de actualización para no verse arrollados por el tsunami de la información en la red.

¿Cómo puede entonces adaptarse a esta revolución en la cual el alumno ha decidido salir del aula presencial y navegar por un aula virtual abierta al conocimiento en la Red? Lo primero y más difícil es aceptar el nuevo escenario. No todos lo hacen, y muchos adoptan posiciones de defensa a ultranza del modelo tradicional. El rol del profesor se ve obligado a evolucionar hacia una figura a caballo entre el moderador y el mentor, siendo un acompañante en el proceso de generación de conocimiento. Es, por tanto, el alumno el que adquiere una mayor responsabilidad en el proceso y el profesor pasa a acompañar ese proceso; en ocasiones actúa como tutor, moderador, facilitador, provocador, etc. Es un proceso más complicado porque pasamos de un producción en serie de conocimientos (uno a muchos) a una producción a medida según los objetivos individuales de los alumnos; ya no sólo estudian o investigan, y el libro de texto deja de ser el documento de referencia para convertirse en un soporte más de apoyo.

El rol del profesor se ve obligado a evolucionar hacia una figura a caballo entre el moderador y el mentor, siendo un acompañante en el proceso de generación de conocimiento.

El proceso que se genera supone también para el profesor un modelo de desarrollo continuo. Cada fuente consultada exige de un proceso de contrastación y validación por el profesor. Los profesionales hemos de tomar esta exigencia como una extraordinaria oportunidad de ampliar el conocimiento y evolucionar, y no como una amenaza. Lógicamente, será mejor aceptada por los formadores vocacionales que por aquellos que lo toman como una profesión que les genere los ingresos para vivir.

La planificación de la sesión es en este nuevo escenario muy importante. La posibilidad de dispersión al abrirla a las aportaciones de alumnos con preguntas que no han sido previamente planificadas puede crear el riesgo de pérdida de control en cuanto a los objetivos formativos de la sesión. Ya no hay un único expositor sino que se pueden generar debates abiertos en los cuales el profesor asumirá un rol de moderador, y lejos de impedir la participación de los alumnos puede -en ocasiones- tener que provocarla para enriquecer el debate del grupo. El factor determinante es el control del tiempo, sin el cual los debates pueden quedar sin un cierre que permita el aprendizaje.

Ya no hay un único expositor sino que se pueden generar debates abiertos en los cuales el profesor asumirá un rol de moderador, y lejos de impedir la participación de los alumnos puede que provocarla para enriquecer el debate del grupo.

Se produce un nuevo salto en las capacidades del docente al pasar del aula presencial al virtual o a la combinación de ambas aulas. En una virtual, el profesor no va a poder utilizar algunas de las armas que tiene más desarrolladas: la comunicación no verbal desaparece, la verbal -salvo en las videoconferencias- también, y además aparece la asincronía en las sesiones, lo que quiere decir que no hay inmediatez en las respuestas e intervenciones de alumnos dado que el profesor manda sus preguntas a los alumnos, que van respondiendo en distintos momentos.

Son cambios muy importantes que pueden hacer que un excelente profesor tradicional no cumpla con las expectativas de los alumnos e incluso tenga unos resultados muy mediocres. Algunos profesores tomaron este reto y trataron de adaptar el aula virtual a su forma de impartir, dando mucha documentación para leer, pidiendo trabajos a los alumnos en documentos para valorar al imprimirlos… El profesor, en estos planteamientos, es un desconocido para el alumno, y la relación entre ambos se limita a mandar un itinerario formativo: el profesor documentando al alumno para su lectura y para validar su aprendizaje se limita a pedir los trabajos. Lógicamente, este modelo no es bien valorado por el alumno, que pierde la posibilidad de interactuar con el profesor.
Una de los ventajas, y también problemas, de la formación virtual es la ubicuidad. El profesor que, al impartir la sesión en un aula presencial tiene un tiempo de inicio y final, pasa a no tener limitada su participación en el tiempo, puesto que cualquier alumno puede mandarle en cualquier momento una pregunta o aportación que puede ser contestada por el profesor también en cualquier momento. Este punto ya es importante a la hora de manejar el curso, pero si además tenemos en cuenta que pueden hacerse intervenciones desde cualquier lugar, resulta que el profesor y los alumnos puedan residir en ciudades y países muy distantes por lo que las aportaciones al programa se enriquecen con opiniones y visiones muy diferentes.

El aula virtual obliga al profesor a tener una visión más global de su área de conocimiento, le exige una mayor flexibilidad y sobre todo una mayor orientación al alumno, siempre y cuando quiera cubrir sus expectativas. Todos ellos son retos muy interesantes que los profesionales hemos de afrontar más como oportunidades que como amenazas.


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