El pensamiento estratégico o la habilidad de anticipar el efecto de la causa

Maite Sáenz20 agosto 20228min

El pensamiento estratégico es una de las principales competencias del llamado líder 5.0, el que tiene que hacer frente a la transformación digital dejando a un lado todos los paradigmas de los dos últimos siglos. Según Antonio Peñalver, autor de «El líder 5.0. Como liderar con éxito las organizaciones en la nueva sociedad digital» (Ed. Gestión 2000), esta competencia se define como «el enfoque que mira el hoy con perspectiva de futuro». Los directivos con mentalidad estratégica no tiene una bola de cristal para predecir acontecimientos futuros pero sí la habilidad de anticipar el efecto de la causa, esto es, de las decisiones y acciones sobre un plan trazado a corto, medio y largo plazo.

Del campo de batalla militar el pensamiento estratégico saltó al tablero de juego de las empresas, donde ha demostrado ser tan eficaz como aquél para no quedar sometido a las circunstancias. En su libro, Peñalver recuerda los siete pilares del pensamiento estratégico retomando la definición hecha por Carlos Nava en 2019.

 

  1. Intencionalidad estratégica.
    • Se encuentra anclada en la profundidad del tiempo y puede constituir la visión de toda la vida, porque aunque esté sujeta a cambios y a imprevistos, tiene la dinámica que proporciona la consideración en el tiempo.
    • No son cambios que se adaptan a las contingencias o realidad inmediata.
    • Cuando es clara, condiciona y ordena todas las acciones que se llevan a cabo en el presente.
    • Y no sólo las define sino que también las califica, ya que determina su utilidad o beneficio en términos de su contribución al objetivo a alcanzar.
    • Cuando no existe intencionalidad estratégica todo se vuelve aleatorio y relativo; cualquier decisión puede «conducir a alguna parte». En realidad, la intencionalidad estratégica soporta la calidad de los procesos.
    • Los líderes que ordenan las prioridades en términos de intencionalidad estratégica se manejan con habilidad en el micro y en el macro, en el corto y en el largo, en el objetivo último y la acción inmediata.

2. Análisis estratégico.

    • El tradicional DAFO permite identificar la posición que se está dando a los recursos y si coincide con la intencionalidad estratégica.
    • Si, además, la disposición de medios y recursos se ajusta al reconocimiento de las fortalezas y debilidades, entonces se alinea con la efectividad.
    • Cuando lo hace en coherencia con oportunidades y amenazas, desarrolla eficiencia, disminuye los costes de los errores y maximiza los beneficios del acierto.
    • Debe incluir el factor «competencia» externa y la gestión del conflicto que ella genera.
    • Y no debe olvidarse de la competencia interna, las conocidas como «energías internas» que también compiten por medios y recursos para perpetuar el status quo, el no al cambio y la ley del mínimo esfuerzo.
    • Finalmente, el análisis estratégico se fundamenta en la inteligencia, el proceso de reunir, analizar y procesar la información.

3. Preparación estratégica.

    • Puesto que ha de hacer frente a las circunstancias que sobrevengan, la preparación estratégica se concentra en el trabajo duro, la disciplina, la planificación, la evaluación de posibilidades y la preparación de respuestas.
    • No hace referencia a la disposición o destino de los recursos sino a tenerlos preparados y en el mejor estado para cuando tengan que entrar en acción.
    • Hace emerger los recursos distinguidos, los que derivan de la evaluación de las fortalezas.

4. Concentración de fuerza.

    • Puesto que los recursos son siempre limitados, especialmente la energía y el tiempo, la concentración de fuerzas en un punto decisivo es la clave de toda estrategia.
    • Los esfuerzos dispersos y las conductas desorientadas no producen beneficios.
    • Es lo más parecido al sentido común, aunque en la práctica su aplicación no es tan común porque la capacidad de actuar con enfoque tampoco es común.
    • Trabajar la consecución de múltiples objetivos a la vez dispersa esfuerzos y atención, y genera debilidad competitiva y pone en riesgo la intencionalidad estratégica.
    • La concentración de esfuerzos es muy útil para atacar los puntos débiles de problema o situación a superar.

5. Ejecución detallada.

    • Nada de lo anterior sirve para nada si no se pone en práctica.
    • En la ejecución vuele a ser necesaria la disciplina persistente y muy enfocada.
    • Este pilar demanda concentración mental y enfoque en la tarea, y ello precisa de desarrollar hábitos saludables tanto en las personas como en las organizaciones.
    • No es un paso que se consiga de un día para otro; hacer las cosas efectivamente y bien no es fruto de la casualidad.
    • Ayuda mucho hacer un seguimiento táctico diario de las acciones.

6. Adaptabilidad.

    • El pensamiento estratégico necesita de flexibilidad en extremo ya que nada hay más frágil que la rigidez cuando todo cambia.
    • La flexibilidad da paso a la adaptabilidad.
    • El pensamiento estratégico debe ser muy flexible para permitir perfeccionar la intencionalidad estratégica.
    • No existen dogmas en la estrategia salvo el desapego: mente abierta y sin ataduras.
    • Las costumbres exponen nuestras debilidades ante los problemas.

 

La estrategia tiene mucho más de arte que de ciencia y la única forma de entenderla y practicarla con maestría es a partir del conocimiento y la aplicación de los principios estratégicos.

 

Comportamientos que definen el pensamiento estratégico
  1. Análisis del presente y el futuro de la organización.
  2. Establecimiento de metas y desarrollo de planes flexibles a largo plazo.
  3. Evaluación de las condiciones, los recursos propios y los condicionamientos del entorno.
  4. Pensamiento lógico y profundo sobre el futuro: ¿Dónde queremos estar en 5 días, 5 meses, 5 cinco años? a a partir de ahí definen qué hacer a partir de hoy.

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