El buen rollo no da la felicidad pero sí hace el trabajo más divertido

Maite Sáenz23 diciembre 20224min
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Por Maite Sáenz, directora de ORH.- ¿Quién de vosotros se divierte en el trabajo? Si la respuesta es negativa, ¿es porque vuestro jefe no propicia un ambiente distendido o porque vosotros mismos tragáis con el paradigma del valor que le damos a la seriedad para tener -o aparentar- un buen desempeño profesional?

Esta reflexión me viene al hilo del siguiente comentario de Ricardo Alfaro (Asepeyo) en LinkedIn: “Hay empresas que confunden seriedad con aburrimiento. No entienden que el más serio de los trabajos necesita que la gente se divierta al realizarlo”. No tengo nada que objetar porque tiene toda la razón. Y pensando sobre él me he dado cuenta de que, al contrario de lo que se pueda pensar, divertirse el trabajo es una cuestión seria, muy seria. Es seria y preocupante, porque las caretas -por ejemplo, la de la seriedad- inhiben la verdadera expresión del talento, y porque cada vez estamos más instalados en el aburrimiento por dejación, inacción y rebeldía pasiva. Así perdemos la chispa, las ganas y la ilusión, y permitidme que os diga que ir a trabajar sin nada de esto todos los días es la peor condena que podemos tener de por vida.

Ahora bien, ¿quién es el responsable de que disfrute y trabajo no sean opuestos irreconciliables, la empresa o la persona? Por supuesto que ambas, pero si me pedís que me moje lo hago sin muchas dudas: dejando de lado las, por supuesto, imprescindibles condiciones laborales, es difícil disfrutar si tu entorno no te acompaña, si el clima laboral está enrarecido, si tus compañeros no te siguen el rollo y si tu jefe te mira como si con cada chascarrillo estuvieras perdiendo el tiempo. Ahora que tanto hablamos de engagement me sorprende que las soluciones dejen fuera algo tan sencillo y tan barato como hacer posible que la diversión y el trabajo no sean un oxímoron. Pero es que también y mucho más es complicadísimo disfrutar si de natural te instalas en la queja y si no sabes ver que, el trabajo, sea cual sea el que te haya tocado (o en el que se haya convertido el que elegiste), es más llevadero si no te carcomes día a día con tu pobre destino. No siempre podrás cambiar de trabajo cuando quieras ni al que quieras, olvídate, y la empresa hará o no lo que pueda o quiera hacer, así es que la elección de vida, con lo que tienes en cada momento, es personal, única e intransferible. Vamos, que es tuya.

 

Las organizaciones no reparten felicidad, esa no es su responsabilidad. Y por mucha propuesta de valor al empleado luminosa y generosa que hagan, la última elección está en ti, tanto si te quedas como si te vas.

 

No me resisto a acabar este editorial sin esbozar otra cuestión que tiene mucho trasfondo y que me dará para otro comentario posterior. El problema actual en esta cuestión está en encontrar el justo equilibrio, porque tal y como está la cosa en lo que a sensibilidades se refiere, los límites entre la camaradería, el buen rollo y las responsabilidades de cada uno se pueden llegar a diluir como azucarillos en el té y luego pasa lo que pasa, que nos acaban ahogando.

Photo by Wyron A on Unsplash.


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