Por Joan Pons, CEO de Workmeter.- Desde que el teletrabajo llegó a la vida de los españoles vía pandemia, el debate acerca de cuál de las dos modalidades es mejor para el sistema laboral ha sido constante. Variables como productividad, eficacia, seguridad, implicación, satisfacción o motivación han sido los principales argumentos de defensores y detractores de una y otra modalidad para fijar sus posiciones, sin que se acabe de llegar a ninguna conclusión definitiva. De hecho, muchas veces la cuestión se ha querido presentar como un juego del tira y afloja entre empleados y empleadores, con los primeros tirando mayoritariamente por el teletrabajo y las empresas tratando de devolver la ecuación a su casilla de salida: la presencialidad total. Una simplificación que, sin embargo, está muy lejos de ajustarse a la realidad, ya que son muchos los profesionales que estaban deseando volver a pisar –literalmente– la oficina, y también cada vez más las empresas que, gracias, entre otras cosas, a los sistemas de medición de productividad, han empezado a darse cuenta de las ventajas del trabajo en remoto.
En ese debate inconcluso, la tendencia general ha sido la de tratar de alcanzar un punto de encuentro, más o menos en el medio, materializado en sistemas híbridos que combinen unos días de teletrabajo a la semana con otros de presencia en las dependencias físicas de la empresa, en una proporción que abarca todo el espectro (1-4, 2-3, 3-2 o 4-1), y que en unos casos opta por días fijos y en otros por días discrecionales o en función de las necesidades. En numerosas organizaciones se ha llegado a esta entente, una solución salomónica que más o menos ha dejado a todos satisfechos a todos: a los trabajadores, porque ganan en flexibilidad sin perder lo mejor de ambos mundos, y a las empresas, porque ahorran costes derivados del espacio físico, tienen trabajadores más satisfechos y no pierden productividad.
El siguiente paso para que esta fórmula mixta sea realmente eficaz es comprender que la diferencia entre presencialidad y teletrabajo no debería limitarse a una cuestión de ubicación, y que tampoco es un factor completamente inocuo sobre el desempeño del profesional. Creo que plantearse el hecho de trabajar en casa o hacerlo en la sede de la empresa como algo indistinto y que no supone ninguna diferencia significativa en el rendimiento del trabajador es un error. Por supuesto que un profesional puede tener un altísimo rendimiento (y uno muy bajo también) en ambas modalidades, pero seguramente, y aquí está el matiz importante, no haciendo las mismas cosas. Porque existen elementos inherentes a la manera de trabajar de uno u otra forma que hacen que determinadas tareas se realicen mejor en casa que en la oficina y viceversa. Por ejemplo, todas aquellas tareas que requieran un alto nivel de concentración, pocas distracciones, escaso nivel de supervisión y que tengan una orientación esencialmente individual y de autogestión se efectuarán mucho mejor en modalidad de teletrabajo.
Escribir un informe o un artículo, realizar tareas administrativas, dar soporte telefónico a un usuario, programar… Son actividades que se desarrollan mejor dentro de las actuales condiciones de teletrabajo, gracias a los espacios “home office” cada vez más adaptados y equipados, y no solo a nivel tecnológico en cuanto a PC, dispositivos, conexión a Internet y aplicaciones como intranets corporativas, herramientas de videoconferencia o sistemas de medición de productividad y registro horario, que le facilitan la vida al teletrabajador y la gestión del empresario, sino también en el plano de confort y seguridad laboral. En cambio, para aquellas tareas más corales, que impliquen un mayor nivel de interacción con otros miembros del equipo, otros departamentos o clientes, la presencialidad y el contacto humano directo siempre va a suponer un plus a la hora de lograr los resultados deseados. Son esas reuniones de equipo, procesos de iteración, proyectos colaborativos, presentaciones comerciales, sesiones de mentoring, etc.
Lejos de suponer un inconveniente saber de antemano para qué tipo de tareas resulta más eficiente uno u otro método, se trata de una información de enorme valor, ya que nos permitirá sacar un mayor partido a esos sistemas de trabajo híbrido, y también los propios trabajadores tendrán una conciencia mucho más clara de cómo extraer el mejor rendimiento a su jornada.
Una aproximación tan al detalle solo es posible, por supuesto, a través de una rigurosa medición del desempeño a través de métodos digitales que tenga en cuenta todas estas variables y permita extraer conclusiones de cara a introducir mejoras. Solo así, midiendo, se podrá crear un verdadero sistema híbrido que se aproxime a la excelencia en todos los sentidos.
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