Jamás hubiéramos podido imaginar que el cambio y la necesidad de estar preparados para él nos fuera a dar una bofetada de realidad tan dolorosa. Cuando hablábamos de transformación y de globalización pensábamos que el mayor peligro era que un robot nos suplantara en el mercado de trabajo o que no tuviéramos suficiente agilidad para aguantar el sprint permanente en el que se ha convertido la sostenibilidad. Ahora nos damos cuenta de que es mucho más que eso.
Ayer vi un maravilloso video de la primatóloga Jane Goodall compartido por Anna Fornés en Twitter que consiguió lo que durante estos 15 días de encierro aún no he podido hacer: llorar. Lo peor y lo mejor de esta crisis concentrados en 5 minutos de mensaje sereno, bello, doloroso y aún así esperanzador. Me recordó, con obvias circunstancias de contexto, a esos dos minutos maravillosos de UP, la película, que resumen toda una vida, con sus esperanzas, sus decepciones, su alegría y su tristeza. Y me hizo ver que de esta salimos manteniendo la entereza, siendo generosos y teniendo la disciplina necesaria para no decaer en el ejercicio de nuestra responsabilidad y en el mantenimiento de nuestro ánimo.
En el mes de enero publicamos un reportaje sobre cómo la UME trabaja su propuesta como organización saludable y traigo aquí los valores que su Coronel y Jefe del Estado Mayor, Juan Carlos Olalla Simón, me trasladó como la base del rigor con el que desempeñan su misión: disciplina, valor, humildad y servicio. Lo mejor es que nuestros médicos, enfermeras, sanitarios, nuestros Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado, nuestros policías nacionales y locales, nuestra Guardia Civil… todos los ejercen con el compromiso que se desprende de los que aman lo que hacen y respetan a quienes atienden. Y también lo hacen los autónomos que construyen lo que no se ve de los hospitales de campaña, los cuidadores de nuestros mayores que se confían con ellos en las residencias, el personal de los supermercados, los farmacéuticos, los transportistas, los productores, los agricultores, los mensajeros, los call centers, los abogados, los formadores, las abuelas que cosen mascarillas en sus Singer de toda la vida,… ¡LO HACEMOS TODOS! Incluso los que piensan que su contribución es nimia porque no tienen impresoras 3D para hacer respiradores o porque, simplemente, no pueden hacer otra cosa que quedarse en casa. Sencillo pero efectivo. Todo cuenta. Todos contamos. Todos a una: UP!