Los sesgos cognitivos que pueden afectar a los directivos… ¡y cómo evitarlos!

Redacción8 marzo 20226min

Nuestro cerebro es una herramienta asombrosa, que nos permite realizar tareas extremadamente complejas a diario. Sin embargo, también puede engañarnos y llevarnos a cometer errores de apreciación importantes, que como directivos, pueden tener un impacto considerable en nuestro trabajo y en el de nuestros colaboradores. Estos errores son inducidos por el funcionamiento normal de nuestro cerebro y se denominan sesgos cognitivos.

Generalmente aparecen en cuatro situaciones que pueden combinarse:

  • Demasiada información.
  • La necesidad de actuar rápidamente.
  • La falta de sentido.
  • Saturación de la memoria.

Estas cuatro situaciones pueden conducir a una visión sesgada de la realidad, debido al gusto de nuestro cerebro por la simplicidad.

Aunque es imposible evitar por completo estos sesgos, es esencial conocerlos para minimizar sus consecuencias. He aquí los cuatro tipos de prejuicios que pueden afectar a los directivos y algunos consejos para evitarlos.

1. Sesgo de optimismo

El sesgo del optimismo consiste, como su propio nombre indica, en ver el mundo más «de color de rosa» de lo que realmente es, y sobrestimar nuestras posibilidades de éxito. Por ejemplo, en una reunión sobre el plan de marketing del año siguiente, un directivo que sufra este sesgo puede estar tan entusiasmado con las ideas de futuro, que incluso llegue a sacrificar una gran parte del presupuesto disponible. Un riesgo que normalmente no habría asumido y que podría lamentar.

¿Cómo podemos evitarlo?sesgos cognitivos

Para evitar el sesgo de optimismo es necesario reunir un equipo diverso, en el que las opiniones consideradas pesimistas se tengan en cuenta al menos tanto como las demás. El objetivo es alcanzar un punto de equilibrio, que permita un estado de ánimo colectivo realista, y por tanto, un mejor control del riesgo.

2. El efecto Ikea

El efecto Ikea es un sesgo cognitivo que puede llevarnos a dar demasiada importancia a las cosas que hemos producido nosotros mismos y a las que hemos dedicado tiempo. En management, se produce cuando se ha dedicado una gran cantidad de energía a desarrollar una herramienta o un proceso y su valor se vuelve entonces tan irracional que impide al manager o a sus equipos considerar una alternativa.

¿Cómo podemos evitarlo?

Para no sucumbir al efecto Ikea, es mejor incluir en los debates a empleados que no hayan participado en la creación del proceso, producto o herramienta en cuestión. Estas personas neutrales serán más críticas y aportarán claridad al pensamiento colectivo.

3. El efecto de anclaje

El efecto de anclaje es un sesgo cognitivo especialmente poderoso y extendido, que consiste en dar un valor desmesurado a la primera idea o pieza de información de la que nos enteramos. Esto se convierte en un punto de referencia al que se presta mucha más atención que a las ideas posteriores. En una sesión de brainstorming, si se pide a cada miembro del equipo que proponga una idea, el primero que proponga la suya tendrá una ventaja considerable.

¿Cómo podemos evitarlo?

Un método sencillo para evitarlo es formar subgrupos durante las sesiones de lluvia de ideas. Varias ideas presentadas simultáneamente en los subgrupos tendrán la misma posibilidad de ser consideradas y serán analizadas con igual atención.

4. El efecto de desinformación

El efecto de desinformación es un sesgo cognitivo relativamente bien conocido. Consiste en recordar y tener en cuenta intuitivamente la información que es falsa y/o las noticias falsas. A fuerza de ser escuchada, esta información ha terminado por grabarse y abrirse paso en nuestro cerebro. Así es como llegamos a considerar verdaderas/reales las cosas que no lo son.

¿Cómo puede evitarlo?

No existe ningún método práctico para evitar este efecto, ya que es muy difuso. Pero se trata sobre todo de adoptar una actitud general de vigilancia con respecto a las propias decisiones y de comprobar constantemente la veracidad de la información que uno utiliza para decidirse por una opción.

Todos estos sesgos son posibles gracias a uno más general, que está presente en todos nosotros: el sesgo de la ilusión de control. Esto nos lleva a creer que el simple hecho de conocer los riesgos nos protege de ellos. Y nada más lejos de la realidad.

Es perfectamente posible ser consciente de la existencia de un sesgo y ser víctima de él. Por otra parte, es a través de la práctica y la autocrítica como podemos aprender sobre nuestra propia sensibilidad a los prejuicios y mejorar así nuestra vigilancia. No todos somos iguales en lo que se refiere a la parcialidad y un directivo experimentado debe aprender primero a conocerse a sí mismo para poder mantener el control de sus decisiones.

Mélany Payoux
Doctora e ingeniera en I+D de PerformanSe


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