El “fracaso inteligente” está de camino a tu éxito

Redacción24 enero 20224min

por David Reyero, HR Business Partner de Sanofi Iberia.

En nuestra cultura el fracaso está muy penalizado y suele visualizarse como lo opuesto al éxito. Se asocia a perdedores, a organizaciones o personas poco valiosas, un elemento a evitar o eliminar de nuestras vidas porque nos aleja del éxito. Un sinónimo de frustración y desilusión, un hecho que nos roba la energía para seguir adelante con determinación y visión positiva.

Sin embargo, está muy demostrado que el triunfo no suele conseguirse a la primera y que el fracaso (si es “inteligente” porque aprendemos de él) es un acelerador para el éxito, una palanca que nos prepara bien para avanzar en nuestra vida.

Cientos de casos corroboran esto, como Walt Disney (despedido del Kansas City Star porque su editor sentía que «le faltaba imaginación y no tenía buenas ideas»), Oprah Winfrey (despedida por «involucrarse emocionalmente demasiado en sus historias televisas») o Steven Spielberg (a quien rechazaron varias veces el acceso a la Escuela de Cine de la Universidad del Sur de California).

Distintos ejemplos de fracasos que no limitaron su pasión por poner en juego sus talentos, situaciones dolorosas a las que supieron darle la vuelta.

El mundo del deporte de élite ejemplifica también la importancia de ensanchar nuestra zona de confort, arriesgándonos a fracasar con el objetivo de no dejar nunca de crecer.

Ettore Messina (el gran entrenador italiano de Baloncesto) les pedía siempre a sus jugadores errores nuevos. Tenía comprobado que era la vía más rápida y mejor de que crecieran a medio plazo en su nivel de juego.

Xesco Espar (ex entrenador de Balonmano del F. C. Barcelona) planteaba el fracaso inteligente como factor clave en los hábitos de alto rendimiento de su equipo y elemento decisivo para lograr la Copa de Europa en 2005.

Las bondades del “fracaso inteligente” no ocultan otros tipos de fracasos que sí debemos evitar: “irreflexivos”, derivados de no pensar previamente o decidir con suficiente calidad, “vacíos” sobre los que no reflexionamos a posteriori y no aprendemos, “felices” donde nos falta autorresponsabilidad, y no nos tomamos suficientemente en serio lo que hacemos y malgastamos recursos de todo tipo, limitando quizás nuestras oportunidades a futuro o “apáticos”, derivados de la falta de pasión y motivación y no ir a por todas.

El fracaso se asocia también con vulnerabilidad, incomodidad, dudas, fragilidad. Aspectos que nos pueden limitar o, por el contrario, ser palancas y fortalezas si usamos los aprendizajes que nos aportan.

Crecer supone estar cómodo en la incomodidad, nuestra vulnerabilidad puede esconder una fortaleza asociada si la entendemos bien.

Lo contrario del verdadero éxito no es el fracaso, es no hacer nada, no reflexionar, no pasar a la acción, no tener la intención de aportar valor y dejar un legado positivo. La pasividad, la apatía, la arrogancia o la falta de fortaleza son algunos de los grandes frenos que nos alejan del mejor destino de nuestro viaje vital.

Las oportunidades siguen esperando ahí fuera para los que fracasan inteligentemente y van avanzando de fracaso en fracaso hacia su plenitud.

David Reyero, 

HR Business Partner de Sanofi Iberia.


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