La palabra Soviet significa Consejo. Bajo el zarismo, los asesores imperiales del Estado se denominaban Gosudarstvenny Soviet. Con la revolución pasó a designar a las asambleas de un tipo especial: soviets de obreros, campesinos, soldados, etc.
Teóricamente, cada uno de los presentes representaba a quinientos individuos, pero Lenin -como con cualquiera que recortase su poder- no consentía que nadie le limitase; no admitía asociacionismo, ni siquiera el de los soviets. Optaría por tolerarlos, pero sólo para manipularlos.
En el origen del sistema campeaba la más tajante negación de la libertad: “Mi punto de vista -escribió Marx en El Capital-, que percibe el desarrollo de las formas económicas de la sociedad como un proceso histórico natural, no puede –menos que cualquier otro- hacer responsable a un solo individuo de un estado de las cosas del cual él mismo es criatura, aunque subjetivamente quiera escapar de él”.
Descubre el desenlace de la primera parte de ‘¿Todo el poder para los soviets?’, de Javier Fernández Aguado, presidente de MindValue y Director de la Cátedra de Management Fundación Bancaria “la Caixa”, del número 110 de la revista impresa de Observatorio de Recursos Humanos.