En España, aproximadamente, 1 de cada 5 trabajadores es autónomo por lo que, junto con las pequeñas empresas, son uno de los principales pilares en la generación de empleo y de riqueza. Por ello, fomentar el espíritu empresarial y proteger a los autónomos es fundamental para mantener el dinamismo de la economía.
El riesgo, presente en cualquier actividad humana, afecta de manera especial al trabajador autónomo ya que lo afronta con menores medios e información. Su limitada capacidad financiera y organizativa reduce sus posibilidades de recuperación ante cualquier tipo de daño no previsto.
La guía, que se ha presentado en una jornada técnica organizada con la Confederación Española de la Pequeña y Mediana Empresa (CEPYME), define los tipos de riesgo a los que se enfrenta un autónomo, así como las personas o elementos de su negocio que debe proteger. En concreto, en relación a su naturaleza los riesgos se agrupan en dos grandes categorías:
– De negocio. Directamente relacionados con las actividades empresariales y pueden dar lugar a pérdidas o beneficios.
– Accidentales (o puros). Puede tratarse de un incendio, robo o accidente laboral y solo dan lugar a pérdidas.
Analizados en relación al daño que producen, el autónomo está expuesto a:
– Riesgos sobre las personas. Se refieren, fundamentalmente, a los accidentes en el trabajo y las enfermedades profesionales.
– Riesgos sobre el patrimonio. Afectan a los activos materiales e inmateriales que posee la empresa: los inmuebles, el mobiliario, la maquinaria, las materias primas, etc.
– Riesgos sobre la responsabilidad. Son obligaciones derivadas de reclamaciones por daños ocasionados a terceros perjudicados.
– Riesgos sobre los ingresos. Son aquellos que afectan a los resultados de gestión derivados de la posible paralización de la actividad empresarial.
En este sentido, la guía aconseja para el autónomo disponer de pólizas multirriesgo para reducir los costes de adquisición y obtener las coberturas necesarias a todos estos riesgos que, si no se gestionan adecuadamente, pueden poner en peligro la existencia de cualquier empresa.
El documento aporta tablas y casos prácticos como, por ejemplo, un test de nivel de protección frente al robo o una tabla que clarifica las pensiones medias que recibe el autónomo ante contingencias como jubilación, viudedad, incapacidad, etc.
También hace hincapié en que es fundamental planificar con tiempo la jubilación y aporta cifras reales como que, según datos de la Seguridad Social (junio de 2016), los autónomos se jubilan a los 65,7 años, cerca de dos años más tarde que la media de los trabajadores del Régimen General.
La guía incluye 10 recomendaciones para reducir los riesgos relacionados con la actividad de estos profesionales:
- Prevenir
- Asegurar
- Analizar
- Asesorarse
- Resolver
- Archivar
- Actualizar
- Contactar
- Actuar
- Confiar