Estaba de vacaciones en el pueblo. Una tarde tranquila, de esas en las que las horas cunden. Me había autoasignado la tarea expresidencial de observar nubes. Los pensamientos van y vienen y yo me dejaba bambolear por ellos. El doctorado, las organizaciones, el trabajo en red, las personas… Conceptos que interactúan. Complementariedad. Llevo ya unos años trabajando con ello. Constructos los llamamos. Buscando indicios en empresas. Actualizando teorías de hace décadas que ya predecían este tipo de organización. Adhocracia para otros. Por primera vez me vi en el centro de la telaraña. Auto aplicación de Mintzberg, mi libro de cabecera.
Como los árboles necesitan raíces, así pasa con nosotros. Un pueblo pequeño o una ciudad grande. Yo soy quien soy porque soy el nieto de mis abuelos. Yo sólo no soy nada. Soy sobrino de mis tíos. Soy el hijo de mis padres. Tu existencia «per se», no tiene sentido. Soy hermano de mis hermanos. Y empiezas a nacer de la memoria. Entonces es cuando tu pasado te envuelve. La red de la historia te conforma y te rescata de esa nebulosa de visitante veraniego. Yo estuve en las escuelas con los niños y niñas del pueblo, con mi prima Mar y con Raquel. Yo iba en bici a la negrillera. Yo estuve esa noche en las bodegas. Las conexiones y las acciones te colocan espaciotemporalmente. Y te puntúan como persona a través de una media generacional difícil de cambiar que no depende sólo de ti. Del planeta Melmac sólo venía Alf.
Feliz fin de semana a todas, todos.
Francisco J. Fernández Ferreras