Desde muy pequeño he vivido en la cultura de «aprovechar el tiempo». Como muchos de nosotros y de nosotras. Creo que la influencia judeo-cristiana nos provoca de una manera especial. Como dice un amigo mío, te da la sensación de «estar en falta». Permanentemente. Siempre hay que estar haciendo algo que mejore, que aporte. Yo no estoy en contra de ello. Aunque creo que la percepción de cada uno es muy diferente. A veces lo asociamos al esfuerzo. Tiene que costarte. ¿Salir con los amigos te cuesta? ¿Estudiar un postgrado te cuesta? ¿Trabajar 4 horas más te cuesta? ¿Quedarte una tarde en casa escuchando música te cuesta? ¿Definir esa oportunidad de negocio te cuesta? A Coruña, Lugo, Orense y Pontevedra.
Creo que la comparativa nos mata. He estado haciendo esto pero podría haber estado haciendo lo otro. Coste de oportunidad subjetivo. Sobre todo porque estamos hablando de capas adicionales a nuestra actividad habitual, a las que a veces damos un valor que no tienen. El para qué, es una pregunta muy poderosa. Y el límite no debe ser infinito. Sobre todo siendo mortales con recursos finitos. Salir de la zona de confort por acumulación no es sostenible. Volvemos al enredo entre las visiones a largo plazo y el disfrute del ahora. Estrategia vs. Gestalt. Compaginar los dos. Si obsesionarse con algo nos afecta como persona, pienso que hay que replantearse ese objetivo. No he hecho nada. En español, dos negaciones seguidas. En inglés o haces nada o no haces algo. En otros idiomas, también. Igual es que sí estamos haciendo algo. A veces, más es menos.
Feliz fin de semana a todas, todos.
Francisco J. Fernández Ferreras.