Cabreos generalizados. Te encuentras con gente que se cabrea y se cabrea. Los niños que te ponen de los nervios. Los tuyos y los de otr@s. ¿Igual porque se comportan como niñ@s? En el trabajo, cuando no es tu jefe son tus pares o si no, los que están por debajo. Siempre hay alguien que te toca las narices. Tus padres juntos o por separado tienen también sus momentos de gloria contigo. ¿No estará ocurriendo lo mismo que lo que haces tú con tus hijos? Algún otro elemento de la familia se puede unir al proceso. Ese cuñado jeta, aquella prima divina o la tía del pueblo de los abuelos que opina sobre todo. También la pareja e incluso la ex-pareja favorecen el estado de cabreo constante. Y además tenemos la situación económica, la política, tu pelo, el tráfico, el tiempo, los kilos, el partido del domingo,… Todo es susceptible de generar una cara llena de arrugas y un lenguaje seco, elevado de tono e intransigente.
¿Es mala la ira? Pues yo creo que como el miedo. Lo malo no es tenerlo o sentirlo sino que te domine, que te bloquee. La ira es necesaria tanto para utilizarla correctamente como para darnos cuenta de las bondades del buen humor. Es una fuerza poderosa. Para algun@s es constante. Como ese juego con dados en el que un amigo decía que al final perdían todos lo mismo independientemente de cómo empezases. Si no puedes rebajarla, muchas veces la inteligencia consiste en cómo repartirla. Mira entre quién. Igual con el mismo nivel de cabreo mejoras mucho la situación. Y lo haces con quien debes.
Feliz fin de semana a todas, todos.
Francisco F. Fernández Ferreras.
