Viaje al norte. En coche. Comienzo de las subidas desde Madrid y bajadas desde Castro Urdiales. Concepción vertical de la piel de toro. Necesidad de ver el mar, de sentir la brisa, de oir las olas. Huida del horno de asfalto. Dosificación de días febriles. 39ºC. El paciente está malito. Pues al Norte. ¡Qué verde está todo! La eterna exclamación. Los locales te dicen que estés allí cuando salen a dar una vuelta por la calle con las merluzas y los bonitos. Machismo de especie. Hasta Junio lloviendo a mares. Acabo de hacer la revisión al coche y va fenomenal. Se nota. Cero vibraciones. Cero ruido. Cero distracción. Los kilómetros van cayendo. Se nota la diferencia. No estaba acostumbrado a esta suavidad. Ya no me acordaba.
Nos vamos adaptando. Lo más común se convierte en lo habitual y lo incorporamos a nuestras rutinas. Como la rana en la olla con agua. Si se calienta lo suficientemente despacio el líquido, el batracio acabará felizmente cocido. No se entera. El cambio es tan suave que cada incremento de grado pasa a ser el nuevo soporte bursátil. También hay momentos refrescantes. Y el agua desciende de temperatura. Y nos damos cuenta de realidades existentes escondidas. Y disfrutamos de ellas. Adaptarse es sobrevivir. Un poco de vida on the rocks tranquiliza. Bendito hielo.
Feliz fin de semana a todas, todos.
Francisco J. Fernández Ferreras.