Toca hacer una gestión administrativa. Y allá que vamos. Carlos se sorprende de lo moderno de las instalaciones. La verdad es que quién lo ha visto y quién lo ve. Parece Disneylandia. Cogemos el tique. EO081. Bueno, media docena delante de nosotros. Mientras esperamos, nos fijamos. Deformación profesional. Parece que no avanza la cola con rapidez, pero qué mono está todo. Y de 7 puestos, con la oficina a tope, hay 4 operativos. Vaya. Y lo que tardan por cliente es bastante, ¿no? Uno de los dependientes grita al resto que se han caído los ordenadores. ¿A dónde? Y sale el informático. Y llama por teléfono. Eso escala hasta el nivel 3 de incidencias. Otra dependienta pulula de un puesto a otro como un mal camarero. ¿No tiene a mano lo necesario para hacer su trabajo? Un cliente se desespera, otro perjura por lo bajini. Hora punta y otro dependiente sale y deja su puesto. ¿El bocata de las 11 o a hacer la compra? Lo que rendiría aquí un carrito con refrescos.
Una carcasa muy bonita con un interior que es un desastre. Como cuando cambias la moqueta, las mesas y el color de las paredes de la oficina y los procedimientos siguen igual de ineficientes. Como cuando te compras raqueta, funda y zapatillas de tenis nuevas y sigues no mirando a la bola cuando la pegas. Como cuando te vuelves a hablar con tu cuñada y tomas café con ella en ese restaurante que te desespera y sigues despreciando lo que te cuenta. Como cuando recibes a ese proveedor con 5 de tu equipo, con cafés de diseño y con unas maneras estupendas y el tema deja de ser estratégico a la semana. Photoshop al poder.
Feliz fin de semana a todas, todos.
Francisco J. Fernández Ferreras.
