¿Puede la inteligencia artificial argumentar un despido?

Maite Sáenz7 septiembre 20235min
Por Maite Sáenz, directora de ORH.- Para el común de los mortales dejar las decisiones importantes en manos “de las máquinas” tiene más detractores que adeptos porque la desconfianza pesa y el instinto de supervivencia aflora. Si además vienen con la etiqueta de “inteligencia artificial”, la alarma social está servida. Tanto que a la pregunta de “¿hasta qué punto se sienten cómodos los empleados con que la IA decida a qué personas despedir en la empresa”, empleados de pequeñas y medianas empresas españolas dicen sentirse en un abrumador 92% algo, un poco o muy incómodos.

 

La consulta, realizada por Capterra, no aclara qué tipo de algoritmo puede aplicarse a las decisiones de desvinculación ni los inputs de información que utiliza. En otra encuesta realizada por la misma compañía pero en Estados Unidos se recabó la opinión de los CHRO para conocer el criterio de referencia utilizado en los despidos, que no es otro que el rendimiento. ¿Cómo lo mide la IA? ¿Qué interpretación hace de él? ¿Qué otros parámetros considera? ¿Qué tipo de sesgos pueden cruzarse en su camino?

 

¿Aprende la IA a despedir «bien»? Me cuesta ver respuesta a esta última pregunta porque, si aprende con alimentación de datos permanente, ¿eso significa que la empresa es intensiva en despidos o que se puede crear un mercado de datos de perfiles despedidos? Una locura a cada cual más descomunal, a mi modesto entender.

 

El informe de conclusiones del estudio en España recoge una definición genérica de la IA que alude a ”cualquier tipo de programa informático que realice actividades similares a las humanas, como aprender, planificar y resolver problemas”. Dicho así cabe casi todo lo imaginable de la IA, bueno, idílico, malo y apocalíptico.

Por el momento, es muy posible que haya más ruido que nueces en esta cuestión y quizá sea más correcto pensar en un motor de reglas -por lo demás nada novedoso- que en un algoritmo de IA propiamente dicho. Sea lo que sea, lo cierto es que estas matizaciones técnicas no llegan al gran público, al que solo le importa saber si su puesto de trabajo peligra por lo que pueda decir un bot:

  • desconfían de que pueda medir adecuadamente su desempeño y sus habilidades (35%),
  • consideran que solo un ser humano puede tomar este tipo de decisiones (44%)
  • y manifiestan que no es ético dejar en manos de la IA un proceso tan crítico (49%).

Ante el primer recelo, la falta de confianza se contrarresta con información y ésta va a ser una obligación una vez conocida la propuesta de Reglamento para regular la inteligencia artificial en el marco de la Unión Europea. No olvidemos que contempla como sistemas de alto riesgo, entre otros, los relacionados con “la educación y la formación profesional, y el empleo, la gestión de los trabajadores y el acceso al autoempleo”.

Respecto al segundo, seamos honestos y no nos escudemos en el algoritmo para justificar un despido. La decisión es siempre empresarial, por mucho que quien lo firme utilice un Excel, un HCM o un algoritmo de IA. Eso también hay que asumirlo como responsabilidad indelegable y hay que explicarlo para que se entienda (sindicatos incluídos).

Y en cuanto al tercero, es en la ética donde nos jugamos la credibilidad. Las empresas con políticas de “las personas en el centro” con un liderazgo humanista y empático habrán de entender que la IA responsable es parte de su propuesta de valor y no sólo una herramienta de negocio. Los comités de IA ética acabarán teniendo su hueco en las organizaciones para, desde un conocimiento multidisciplinar, contextualizar y equilibrar su “hasta dónde” llegar.


 

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