Maite Sáenz,
Directora de ORH – Observatorio de Recursos Humanos y RR.LL.
Los cambios han sido manifiestos en el terreno de juego de la actividad empresarial pero en paralelo se están produciendo otros más silenciosos pero igual de inexorables. Uno de ellos es el germen del nuevo modelo del trabajo que los expertos vaticinan para un futuro no muy lejano y que las nuevas generaciones están abrazando como el abanderado de su declaración de intenciones ante la vida y el trabajo.
Las relaciones laborales contractuales de largo plazo están dando paso a vínculos más flexibles que desembocarán, especialmente en cierto tipo de actividades, en vinculaciones por proyecto. La fuerza de trabajo, el concepto de plantilla, el headcount, no será un número estable y habrá que plantearse nuevas formas de medición para abarcar a todos los que, de manera directa o indirecta, participan de la estructura empresarial necesaria para realizar su objeto de negocio. Las cadenas de valor harán que empleados, proveedores, colaboradores y freelances tengan que compartir necesariamente unas formas de hacer, unos principios y unos procedimientos que harán extensibles los fundamentos corporativos más allá de sus estructuras formales.
Y todo esto en un entorno que, aunque es global, mantiene sus diferencias culturales. Los desembarcos agresivos de hace unos años se están revelando ahora como craso error y tendrán que dar paso a hojas de ruta participativas y necesariamente comprometidas con el entorno que las acoge para no volver a caer en equivocaciones ya cometidas. Dicho así, pudiera parecer que estamos en el camino natural, con sus tropiezos y sus piedras, para construir un modelo económico más responsable y menos ambicioso pero, en realidad, ésta es sólo una exposición de deseos fácilmente realizables si viviéramos la experiencia como la manifestación de nuestras propias limitaciones. Éstas, les aseguro, nunca desaparecerán.