Vacaciones. Período que ansiamos tener 11 meses al año y que se esfuma como un suspiro cuando finalmente llega. “Lo bueno, si breve, dos veces bueno” no fue inventado para ellas; las queremos intensas, sí, pero también largas y con efectos duraderos. A las vacaciones les pedimos que nos curen los males del alma (sobre todo laboral) pero tan rápido como vienen se van y el remedio curativo suele quedarse en emplasto paliativo, quizá porque no hayamos sabido leer bien y aplicar mejor el prospecto que las acompaña. A saber:
Antes de administrar: Haga una maleta con las preocupaciones, hartazgos y cuitas varias y factúrela bien lejos.
Indicaciones: Prescritas para descansar, relajarse, divertirse y disfrutar. No precisan de un diagnóstico de cansancio severo para ser administradas y actúan mejor si se toman a tiempo.
Posología: Mínimo una vez al año en períodos de 30 días naturales, pudiéndose parcelar en otros menores si el convenio colectivo lo permite y el paciente lo negocia con habilidad. Una vez iniciado, el tratamiento debe administrarse de forma continuada en dosis diarias, sin interferencias tipo “es sólo un minuto” ni suspensiones bruscas para “apagar fuegos”.
Interacciones: La interacción con dispositivos móviles –smartphones, tables, ordenadores, etc.- está absolutamente contraindicada, pudiendo su uso inhabilitar por completo los efectos del tratamiento.
Efectos secundarios: Al inicio del tratamiento se puede experimentar cierta ansiedad debido al cambio brusco de hábitos diarios. Superar la dependencia de la conectividad en los momentos iniciales es clave para que los efectos relajantes del compuesto sean inmediatos.
Dicho esto, y puesto que casi nadie lee los prospectos farmacéuticos, sólo me queda recordaros que las vacaciones también tienen su efecto rebote, pero de eso ya nos preocuparemos a la vuelta… ¡Que descanséis!
