A menudo oímos hablar sobre los distintos tipos de liderazgo que se pueden ejercer en la función directiva y qué estilos son más eficaces a la hora de aplicarlos en las organizaciones y obtener resultados.
Por ejemplo, es ampliamente conocido el liderazgo transaccional y el liderazgo carismático o transformacional. También oímos hablar del liderazgo ético, del liderazgo resonante, e incluso, del “neuroliderazgo” o liderazgo emocional.
Sin querer entrar en detalle en cada uno de ellos (sería inabarcable en un solo artículo), me gustaría poner en valor un tipo de liderazgo que es, para mí, el denominador común a todos los demás.
“Liderazgo saludable”
Y es un liderazgo saludable porque tiene como objetivo la salud de las personas y la salud financiera de la organización en su conjunto, de forma equilibrada.
El liderazgo saludable trata de poner en equilibrio intereses de los diferentes stakeholders de la empresa (clientes, empleados, proveedores, accionistas, sociedad).
Y aunque es muy complicado, a medio y largo plazo, lo consigue. ¿Por qué?
No es magia. Simplemente, porque trata de conseguir los objetivos de la organización (ganar dinero), junto a las personas y la sociedad, no por encima de éstas o a costa de ellas.
Puede parecer algo idealista, pero no lo es en absoluto. Está demostrado por las empresas que ya lo practican y respaldado por la psicología organizacional.
Para ello, el líder saludable no sólo debe tener una posición jerárquica reconocida, sino que además está ampliamente respaldado por el resto de escalones organizacionales.
Es decir, estamos hablando de un estilo de liderazgo implementado como estrategia competitiva por toda la organización. Un estilo de liderazgo que forma parte de la cultura organizacional.
De otra forma, sería un hecho aislado en tierra hostil, que no llegaría muy lejos porque sería torpedeado desde diferentes flancos y con diversos subterfugios “maquillados de racionalidad”, hasta ser derribado.
Aclarado esto, el liderazgo saludable pone énfasis en cuestiones críticas para el crecimiento sostenible de la organización.
Su decálogo podría ser:
1. Justicia. Sabe que es clave para la percepción de equidad y el equilibro social del equipo, a la vez que refuerza la motivación de logro.
2. Coherencia. Se hace lo que se dice. Los valores son reales, no puro maquillaje para el escaparate de la web corporativa.
3. Claridad. En los objetivos y roles -individuales y colectivos-.
4. Apoyo. El líder está al servicio de su equipo, no al revés.
5. Comunicación asertiva. Habla de manera sistemática y proactiva con las diferentes partes del mismo todo y las pone en valor, con respeto, seguridad y sin miedo.
6. Feedback. Utiliza su asertividad para retroalimentar el trabajo y los resultados de sus colaboradores, al mismo tiempo que pide feedback sobre sí mismo.
7. Reconocimiento. Reconoce las virtudes, fortalezas y éxitos de su equipo, y los celebra públicamente.
8. Estimulación intelectual. Anima a sus colaboradores a afrontar retos cuando sabe que su capacidad está alineada con éstos. En caso contrario los anima a seguir formándose.
9. Gestiona las emociones, individuales y colectivas. Sabe que las emociones están intrínsecamente relacionadas con la motivación, el pensamiento y la conducta. Por ello trabaja constantemente su inteligencia emocional e inspira a su equipo con su ejemplo.
10. Duro con los objetivos, suave con las personas. Sabe que los objetivos son cruciales para la buena marcha de la empresa, pero tiene meridianamente claro que sólo lo podrá conseguir acompañado de personas saludables, física, mental y emocionalmente hablando. Por eso se ocupa de su equipo en la misma medida que pone el foco en los objetivos.
¿Y tú? ¿Te apuntas al liderazgo saludable como estrategia competitiva?
Juan Pedro Sánchez, psicólogo-consultor Organizaciones Saludables. www.lapalancadelexito.com
2 Comentarios
Sergio Carol Llopart
20 mayo 2015 at 14:46
Excelente artículo, Juan Pedro. Enhorabuena.
Juan Pedro Sánchez
22 mayo 2015 at 10:06
Muchas gracias, Sergio. Me alegra que te haya gustado. ¡Un abrazo!
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