No hace falta ser empresario para ser emprendedor. Emprender es una actitud que se disfruta cuando los ingredientes del día a día se reparten entre la tarea, el reto, el aprendizaje y el amor propio. Es una extraña mezcla que, por experiencia propia, funciona. Yo no nací emprendedora ni en mi ADN llevo un ímpetu genético para pensar fuera de la caja, pero creo que en un momento determinado alguna de mis competencias encontró el entorno adecuado para mutar hacia el emprendimiento. Así me lo decían mis intuiciones “caseras” y la lectura del artículo de Yolanda Romero que publicamos en este número me ha permitido analizar mi evolución con más solvencia que la de mi “amateurismo”. En mi caso, posiblemente emprendí primero dentro para pasar a hacerlo fuera después. Enseguida lo entenderán.
Yolanda habla de los emprendedores y de los intraemprendedores y de cómo unos y otros tienen hábitats propios que pueden, o no, intercambiarse con garantías de éxito, y ello a pesar de que comparten muchas características comunes: ambos tienen una clara orientación al logro, buscan los retos y aprenden de sus errores, son generadores natos de equipos colaborativos sin necesidad de ejercer un liderazgo evidente… ¡Y todo ello sin ser seres sobrenaturales! Especialmente los intraemprendedores lo que son es una especie nueva de profesionales que encuentran en el actual escenario de cambio y transformación su entorno natural de desenvolvimiento. Las organizaciones los necesitan para regenerar el negocio y su misión y andan ahora a la búsqueda y captura de perfiles profesionales que sean buenos haciendo su trabajo y que, además, “tiren del carro” de la innovación. Pero ojo, ni todos los empleados pueden ser visionarios ni es bueno que todos lo sean. Otro de los mandamientos del cambio es la diversidad y en este nuevo mantra, como en el del talento tan manido, las piezas han de encajar en sus justas posiciones.
Haremos bien en descubrir entre nuestra gente quiénes pueden asumir como propio el proyecto que sustentan nuestros accionistas, y haremos mucho mejor si antes pensamos qué les vamos a ofrecer para convencerles de ello. Para lo bueno y para lo malo “donde las dan, las toman”, y no vendría mal recordar que muchos emprendedores fueron antes intraemprendedores incomprendidos, y que el talento dormido es, muy probablemente, un intraemprendedor desperdiciado.
María Teresa Sáenz, Directora de ORH.