Contradicciones entre Educación y Empresa

Maite Sáenz28 febrero 20146min

José Manuel Casado, Presidente de 2.C Consulting.

Siguiendo las tesis de Archier y Serieyx, uno de mis mentores y catedrático de la Universidad Complutense de Madrid, en una de sus obras, -hace ya mucho tiempo, pero no por ello con menos acierto,- señalaba las contradicciones de la empresa y apuntaba en un lugar prominente de su discurso la contradicción que él denominaba como enseñanza y empresa. Como el lector puede imaginar, mi querido mentor, en este caso D. Francisco Parra Luna, se refería a esa contradicción que se produce entre los grados y tipos de formación académica y profesional que la empresa necesita y lo que el sistema educativo ofrece. Nuestro amigo ya vocifera-sin convencer a los responsables, a tenor de que sigue sucediendo lo mismo- sobre la necesidad de acercar la empresa a la universidad y la universidad a la empresa.

La contradicción entre el sistema educativo y el productivo es un hecho: el bache entre ambos parece insalvable y su divorcio irreconciliable. Son sistemas que ni se hablan ni se relacionan entre sí, y lamentablemente, tampoco parece que vayan a hacerlo en el futuro. La empresa no está en la universidad ni en la escuela, ni la escuela ni la universidad están en la empresa. Una cosa es lo que el sistema educativo produce y otra muy distinta lo que el productivo necesita. ¿Se imagina que en su empresa el área de formación no tuviera en cuenta las necesidades de producción o de negocio que su corporación tiene a la hora de planificar el tipo de formación que hay que impartir?, ¿Qué pasaría si su empresa se dedicase a fabricar aviones o fuese una entidad financiera y su departamento o área de formación impartiese programas de, por ejemplo, ornitología? Pues algo parecido es lo que sucede en nuestro país entre la universidad y la empresa. El sistema educativo produce una serie de títulos que el sistema productivo no necesita y deja de producir otros que sí se requieren, por eso suelo decir que lo que se está produciendo en nuestro país es una “talenflacción”: por un lado hay mucha gente en el paro, pero hay perfiles que la empresa necesita que no existen en el mercado laboral español.

La escuela y la universidad enseñan a memorizar y las empresas necesitan gente que sepa pensar y se demandan competencias para resolver problemas complejos de trabajos tácticos que el sistema educativo no sabe proporcionar. Las empresas necesitan del máximo esfuerzo de todos y cada uno de sus trabajadores para ser competitivas, pero el sistema educativo fomenta el mínimo esfuerzo. Nuestro sistema educativo se basa en la industrialización de la información basado en la memoria, en el que se sirve un frio y amargo “café para todos”, ignorando las más evidentes bases del aprendizaje.

Además, la educación edifica sus cimientos sobre la prosa y la letra de la vieja Europa que se manifiesta en una especie de alergia a los números, lo que se traduce en que nos falten sobre todo personas de ciencias: ingenieros, químicos, físicos, matemáticos, etc. y que nos sobren abogados, filósofos o psicólogos. Estamos perdiendo interés por lo básico- ciencias, trabajo duro y ahorro- y convirtiéndonos en una sociedad postindustrial subvencionada y especializada en el consumo y el paro. España tiene la mayor proporción de titulados universitarios de los países con los que quiere competir, pero sólo un 12 por ciento de la población habla inglés a la vez que padecemos, paradójicamente, una preocupante escasez de profesionales en sectores como el sanitario, tecnológico o químico; y todo es por no hablarles de nuestras posiciones lastimosas en los rankings mundiales de la educación-.

Nunca se ha visto tanta unanimidad por parte de los expertos sobre el tema y tan poco acción común sobre el mismo por parte de nuestros representantes políticos. Sin ir más lejos hace muy poco se publicaban las recomendaciones para salir de la crisis de las cien, probablemente más importantes, personalidades del mundo de la empresa en España, y casi todos coincidían en llamar la atención sobre la necesidad de renovar el sistema educativo para adaptarlo al productivo. Vergüenza tenía que dar a nuestros representantes que sean incapaces de elaborar una Ley General de Educación que se concentre en cómo formar a los ciudadanos para ser más productivos y hacer que nuestro país sea más próspero.

Es necesario que los políticos se olviden de sus rencillas ideológicas, -que por cierto, nos importan “un bledo”- y que se comprometan más con nuestra competitividad que con sus trasnochada pseudo-ideología; y eso, señoras y señores, significa entre otras cosas armonizar y establecer una mayor coherencia entre la educación y la producción; por ello, y porque sería más que deseable para el futuro de nuestra competitividad, me atreví -ya hace tiempo- a proponer algo en lo que creo: la creación de un Ministerio de Educación para el Trabajo, (fíjese que digo ”para el Trabajo” y no “Educación y Trabajo”)entre cuyos ratio de gestión aparecieran el de adecuación entre la educación y la empresa; sería una mágnifica forma de superar esta maldita contradicción.

 

 

 

 


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