La cara oculta del perfeccionismo, o cuando este se vuelve un problema

Jaime Rodríguez14 abril 20226min

Si has escuchado a alguien exigir más y más –a pesar de tratarse de una labor no solo bien ejecutada, sino incluso por encima de la media–, e incluso recurrir al consabido “lo bueno es enemigo de lo mejor”, estás ante un perfeccionista. Una cualidad que puede no tener nada de malo si, como sucede con todo en la vida, no se lleva al extremo. Porque detenerse demasiado en los detalles puede generar un efecto contrario a la excelencia, y postergar, por ejemplo, la toma de decisiones, afecta al liderazgo más sólido. Veamos cómo lograr el equilibro adecuado entre la exigencia y las tareas reales.

Una persona excesivamente perfeccionista puede llegar a agobiarse, y esa angustia causar el efecto contrario al deseado, y paralizar las decisiones laborales. Y es que algunas cualidades que durante años fueron consideradas virtudes en el mundo laboral, hoy son vistas desde otra perspectiva.

La búsqueda de la perfección constante, la intolerancia al error y el exigir que las tareas se hagan siempre de una manera ideal puede convertirse en un problema a la hora de encarar proyectos laborales o dirigir un equipo de profesionales.

Postergar, procrastinar… no decidir nunca

Detrás del perfeccionismo puede esconderse cierta inseguridad, falta de autoestima y miedo a las críticas de los otros, según afirman los especialistas de la London School of Economics. En esa persecución implacable de la manera teóricamente ideal de realizar el trabajo se pueden distinguir en realidad dos tipos que es necesario diferenciar: el perfeccionismo y el perfeccionismo paralizante.

Una persona perfeccionista en extremo puede, fruto de la ansiedad, provocar una postergación sin sentido de las tareas. E incluso, lo que es peor, procrastinar hasta “sentirse totalmente preparado”. Es decir, nunca.

Detenerse demasiado en detalles que pueden ser irrelevantes y que disminuyen la productividad profesional puede causar problemas con el equipo, haciendo perder tiempo y energía a todo el mundo en pequeñas cosas no tan importantes.

Por otra parte, un líder extremadamente perfeccionista puede llegar a provocar mucha presión en su grupo. Si bien la exigencia es necesaria, hay que saber distinguir y encontrar el equilibrio. Por un lado, el perfeccionismo genera satisfacción en los empleados, que se ven motivados por tal nivel de exigencia; pero en algunos casos, se convierte en innecesario si en realidad ya están haciendo un buen trabajo.

Transversal a todas las edades

La búsqueda de la perfección es un ideal que pueden tener como meta personas de todas las generaciones. Sin embargo, algunos expertos sostienen que en los últimos años es una característica cada vez más común entre los más jóvenes, recién llegados al mundo laboral. Así, el psicólogo social de la London School of Economics Thomas Curran llama la atención sobre el impacto que está teniendo entre los estudiantes universitarios, y alerta sobre el incremento de casos en los últimos años.

En el trabajo, explica Curran, las personas muy perfeccionistas “tienden a mirar cada detalle. Y hasta cierto punto, eso está bien. Pero pueden llegar a no concluir nunca su labor, y a estar demasiadas horas trabajando; muchas más de las necesarias en realidad, con el consiguiente agotamiento”.

En esta era pospandemia, los líderes resilientes son aquellos que establecen empatía con su equipo, que pueden establecer relaciones de confianza recíproca, que brindan apoyo a su gente y escuchan sus necesidades. Y en este caso, que se preocupan, o mejor dicho se ocupan, de que nadie caiga en el abismo del perfeccionismo paralizante.

Poner en pausa las acciones

Combatir el perfeccionismo llevado al extremo no implica reducir los niveles de exigencia y excelencia. Pero sí que resulta necesario estar atentos a lograr un equilibrio. Uno de los principales desafíos de RRHH es enseñar a los directivos a ser verdaderos líderes de su gente, a realizar su pequeña (o gran) labor de coaching con su equipo para cumplir los objetivos en un ambiente de bienestar laboral.

Poder combinar el ideal de perfección, pero sin detenerse en detalles irrelevantes, es fundamental para trabajar las metas a largo plazo; tanto en la carrera individual como para las tareas en equipo.

Un reciente estudio de la Universidad de Concord (Montreal) demostró que la incapacidad para planificar nos hace sentir impotentes, lo que provoca a su vez estrés y confusión emocional. Los datos del mismo muestran que los líderes con visión de futuro están menos ansiosos, y esto se debe probablemente a que toman menos cambios inevitables en los planes con la guardia baja, por así decir..

Según este estudio canadiense, quienes piensan con visión de futuro están menos ansiosos y deprimidos. Los que tienen un alto nivel de liderazgo –esto es, con visión de futuro– apuntaron un 34% menos de ansiedad y un 35% menos de depresión que otros colegas, y son más optimistas sobre el futuro, más productivos y tienen una mayor satisfacción con la vida.

Imagen: 123RF


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