El enfado como forma de relacionarse

Redacción ORH20 mayo 20166min

“Una vez vivía un demonio que tenía una dieta peculiar: se alimentaba del enfado de los demás. Como su campo para comer era el mundo humano, para él no había falta de alimento”. Con esta historia budista, Alberto Chouza comienza una de sus entradas en su Blog el Talento Cotidiano y Diverso. Según el autor, con una acalorada discusión, provocada por una errónea gestión de emociones, es como acaban muchas relaciones.

enfado
Durante el enfado nuestro cuerpo se prepara para la acción.

“Las personas que basan sus relaciones en comportamientos como el enfado, la irritación o el enojo terminarán destruyéndolas”.

En el ámbito laboral esto ocurre con mucha frecuencia. Las buenas relaciones en el entorno de trabajo se basan en una buena comunicación, y ésta a su vez se genera con un intercambio sano de opiniones y puntos de vista, debatidos desde el respeto al resto y, si el enojo está presente, es imposible que las buenas relaciones se produzcan.

EL ENFADO, LA MÁS SEDUCTORA DE LAS EMOCIONES

Cuando se produce el enfado se genera un diálogo interno que se retroalimenta con argumentos seductores que tratan de justificar nuestro enfado y nos cubre las espaldas a la hora de volcarlo sobre los demás. Cuánto más vueltas le damos, más argumentos encontramos.

La raíz del enfado puede ser una amenaza –física, a nuestra autoestima, límites o valores-, sentirse  menospreciado, o el encontronazo con barreras que impiden lograr nuestros deseos.

¿QUÉ INFORMACIÓN SACAMOS SOBRE NOSOTROS MISMOS A RAÍZ DE NUESTRO ENFADO?

Escuchar de manera consciente el enfado nos alertará y dará información sobre nosotros. La naturaleza de nuestros límites, el talante de nuestros pensamientos, las situaciones que nos sobrepasan, y la capacidad de adoptar conductas asertivas.

“Toda esta información nos permite conocernos mejor. Nos da la posibilidad de regular y gestionar nuestra emoción para ponerla a nuestro servicio”, escribe.

El enfado es una exitación del sistema nervioso central, bien regulada y gestionada no provocará mayores consecuencias que la vivienda emocional y la elección de la respuesta. Por contraposición, si no se regula esta descarga, estaremos predispuestos a enfadarnos por razones sin importancia que no podrían provocarnos ese “secuestro emocional”.

Durante el proceso de enfado somos incapaces de perdonar y nos cerramos a cualquier otro razonamiento. Nuestros pensamientos se movilizan y nos provocan sentimientos de venganza y de represalia. “Esto, a su vez, hace que no tengamos en cuenta los resultados, las consecuencias de este estado que, sin duda, dejarán huellas en nosotros y en nuestro entorno”.

TIPOS DE ENFADO Y MANERA DE REGULARLOS

1.Primario adaptivo y saludable. Nos sirve para acomodarnos, adaptarnos a la situación provocada por un acontecimiento.

2.Desadaptativo y no saludable. Cuando el enfado no aparece para estimular la energía que necesitamos para abordar la situación presente, sino para descargar la acumulación de tensión que no habíamos gestionado en otro momento.

En muchas ocasiones el enfado esconde otras emociones como malestar, pérdida, hastío…

Para aplacar nuestros enfados podemos:

  • Prestar más atención a los pensamientos que desencadenan la primera descarga.
  • Contar hasta diez.
  • Si has estallado por primera vez, sigue contando hasta diez para que no se suceda una segunda explosión.
  • ¿Es necesario armar tanto jaleo?
  • ¿Es justificado que me enfade?
  • ¿Voy a mejorar las cosas?
  • ¿Puedo gestionar la respuesta que tendrá el otro?
  • Concéntrate 15 minutos en tu respiración para evitar ese contagio.

Echar mano de la inteligencia emocional nos ayuda a elegir cómo relacionarnos con nuestras conductas y emociones. La asertividad es una herramienta fundamental que nos permite vivir el enfado pero respetando al resto.

“Cualquiera puede enfadarse, eso es algo muy sencillo. Pero enfadarse con la persona adecuada, en el grado exacto y en el momento oportuno, con el propósito justo y del modo correcto, eso, ciertamente, no resulta sencillo”. Aristóteles.


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