por Ángela Olmo, Psychologist Chat Specialist.
Todos hemos tenido en algunos momentos de nuestra vida la enorme tentación de posponer ciertas obligaciones y sustituirlas por múltiples tareas que no son tan relevantes en ese momento pero que nos resultan bastante atractivas. Para que nos pongamos en situación: llega la hora y nos sentamos en nuestro estudio donde hemos preparado todo el material necesario para empezar esa tarea que nuestro jefe nos ha pedido, pero justo cuando ya tenemos el ordenador encendido y nos disponemos a trabajar, resoplamos y nos decimos en voz alta: ‘’mejor empiezo mañana’’, y nos entretenemos en hacer la compra, terminar ese capítulo que tanto nos interesa de la nueva serie que estamos viendo o llamar por teléfono a nuestro compañero para ver qué tal le fue el fin de semana. También sucede cuando nos ponemos como objetivo empezar el lunes en el gimnasio pero siempre acaba llegando el lunes y buscamos mil excusas para no ir…¿Resulta esto familiar? Pues bien, a esto se le llama procrastinar.
La palabra procrastinar proviene del latín procrastinare: pro adelante, crastinare mañana. La procrastinación es, por tanto, la acción o hábito de retrasar actividades o situaciones que deben atenderse, sustituyéndolas por otras situaciones más irrelevantes o agradables.
Normalmente las tareas postergadas no suelen ser tareas agradables para la persona y es por eso que las pospone realizando primero tareas que sí le resultan atractivas. Si para una persona ir al gimnasio resulta atractivo, no postergará esta tarea, pero, si por el contrario, no le gusta hacer deporte y se ha puesto como obligación hacer deporte todos los días, lo más probable es que vaya retrasando ese primer día de gimnasio. Un ejemplo familiar para la mayoría de la población son los propósitos de año nuevo, tareas que no resultan agradables y que se van posponiendo mes a mes de manera indefinida.
La procrastinación, además de aparecer ante tareas poco atractivas para la persona, no suelen ser de obligación inmediata. Es decir, si ese trabajo que tienes que entregar no tiene aún una fecha límite, o si la fecha límite no es a corto plazo, es más probable que postergues esa tarea. Del mismo modo, las obligaciones que nos autoimponemos, como dejar de fumar, empezar con la dieta, llevar al día los estudios…tampoco suelen tener fecha.
Realmente, la procrastinación no debería ser una problemática, lo que ocurre es que cuando nos damos cuenta del tiempo que hemos ‘perdido’ en realizar tareas irrelevantes, nos sentimos culpables y comenzamos a agobiarnos por el tiempo que nos queda disponible para realizar la tarea principal. Entramos así en un bucle de pensamientos negativos que no nos ayudan a ser resolutivos, y empezamos a sentir que no somos capaces de llevar a cabo las metas que queremos cumplir.
Es normal tener la tentación de dejar para mañana esa tarea que no nos resulta nada atractiva, es en esos momentos donde tenemos que contar con un plan de acción que nos ayude a manejar esa situación y que la procrastinación no nos gane el pulso.
¿Cómo manejar la procrastinación? A continuación se exponen cinco tips:
- Anotar las tareas a realizar y clasificarlas según la relevancia. Por ejemplo, clasifica las tareas según relevancia en: no urgente, importante y urgente. De este modo evitarás empezar a realizar actividades que no son tan importantes o urgentes en el momento presente. En ocasiones, escribir las tareas que tenemos pendientes nos ayuda a disminuir la ansiedad y lo que antes era un caos mental, ahora solo son tareas concretas bien identificadas.
Esta matriz de Eisenhower es una herramienta para ayudar a gestionar tareas y mostrarnos visualmente por dónde debemos empezar para ser más resolutivos y no gastar tiempo en tareas irrelevantes.
2. Identifica las distracciones. El primer paso para no distraernos es ser consciente de cuales son nuestras mayores distracciones. Si lo que nos quita tiempo es el móvil porque comenzamos a divagar por las redes sociales y no sabemos parar, podemos poner, por ejemplo, el móvil fuera de nuestro alcance hasta que finalicemos la tarea.
3. Divide la tarea principal en subtareas. Para disminuir la ansiedad anticipatoria ante una meta general, debemos primero dividirla en objetivos más pequeños y específicos. Si por ejemplo, debemos hacer un proyecto para nuestro trabajo que nos va a llevar muchas horas de trabajo, podemos dividirlo en pequeños apartados manejables, de manera que podamos adjudicar a cada día un subapartado específico de ese proyecto general.
4. Premiate por los pequeños logros. Nada mejor como tener pequeños incentivos que te motiven a terminar una tarea. Como bien indica el principio de Premack, cualquier actividad de elevada probabilidad puede ser un reforzador eficaz de una respuesta que el sujeto no muestre inclinación a realizar, es decir, si tenemos una actividad que nos resulta muy agradable debemos realizarla después de la tarea que no resulta tan atractiva para de esa manera tener un incentivo.
5. Date pequeños descansos. Todos sabemos que es mejor la calidad que la cantidad.
De nada nos servirá estar horas y horas delante del ordenador si no somos capaces de continuar el trabajo porque nos caemos de sueño o porque nuestra concentración se ha esfumado.
Del mismo modo con tareas físicas, más horas de gimnasio no significa mejores resultados ya que el músculo llega al agotamiento y podemos provocarnos lesiones. Por tanto, el descanso es muy necesario para poder continuar con nuestros objetivos. Hay una técnica llamada Pomodoro que es un método para administrar de manera óptima el tiempo dedicado a una actividad jugando con intervalos de atención continuada y descansos, ayudando a que mantengamos una atención eficaz durante la tarea sin llegar al agotamiento.
Con estos tips resultará más fácil concentrarse y empezar de una vez por todas esa tarea no deseada, y si se realizan de manera sistemática, estaremos creando un hábito que nos ayudará a ser personas resolutivas que saben gestionar el tiempo.
Por último aclarar que si hemos procrastinado una vez alguna tarea, no significa que no sepamos gestionarnos bien y que siempre lo hagamos mal. La procrastinación fluctuará dependiendo del momento vital en el que estemos, de nuestro estado de ánimo, etc. No siempre tenemos días productivos, y esos días de descanso y disfrute también son necesarios para nuestro bienestar.