La enfermedad cardiovascular (ECV) es la primera causa de muerte a nivel mundial.
Con frecuencia, la enfermedad cardiaca, no tiene síntomas, y por esta razón se le denomina “asesina silenciosa“. Sin embargo, existen algunos síntomas que pueden alertar sobre un posible problema. Sentir molestias en el pecho o brazo, especialmente durante situaciones de estrés o actividad, es un síntoma clásico de enfermedad cardiaca y una señal de advertencia de un ataque cardiaco. También se puede tener fatiga (sin motivo), respiración entrecortada, mareos, náuseas o latidos del corazón anormales, lo que conocemos como palpitaciones.
La mayoría de los cerca de 30 informes de estudios de gran escala revisados por la Organización Mundial del Trabajo proporcionan evidencia del elevado riesgo de eventos cardiovasculares mortales o no (la mayoría coronarios) entre los que reportaron el estrés relacionado con el trabajo. Algunos estudios han identificado una relación causal directa entre la tensión laboral y la enfermedad cardiaca.
Si bien los principales factores de riegos serían, por un lado, los fijos, estos son: la edad y la diabetes, por otro lado, el colesterol, la obesidad y la hipertensión y por último los malos hábitos como el tabaco exceso de cafeína y carencia de ejercicio.
También desde la OIT se ha establecido una relación entre la exposición a un medio ambiente de trabajo deficiente desde un punto de vista psicosocial y la enfermedad cardiaca. Los factores clave de riesgo psicosocial son: las exigencias del trabajo, el escaso control, el escaso apoyo social, el desequilibrio de recompensa por el esfuerzo realizado, la inseguridad laboral y la insatisfacción del trabajo. Se ha encontrado asimismo una relación entre la distribución del horario de trabajo, incluidos los largos horarios de trabajo y el trabajo por turnos, y el aumento de la incidencia de las ECV.
Las enfermedades cardiovasculares se deben a trastornos del corazón y los vasos sanguíneos producidos por el mal funcionamiento del riego cardiaco. La enfermedad de las válvulas cardíacas puede perturbar el flujo normal de sangre que circula a través del corazón y esto puede afectar a la salud en general.
Hay que tener en cuenta la regla 1/3 por la que uno de cada tres adultos, sufre hipertensión; uno de cada tres adultos con hipertensión desconoce su enfermedad y unos de cada 3 adultos que se está tratando por hipertensión no logra mantener su presión bajo 140/90.
A través de dos pruebas diagnósticas no invasivas, podemos prevenir desenlaces irreparables. Por un lado, el ecocardiograma doppler color, permite ver el corazón latiendo, aporta información acerca de la forma, tamaño, función, fuerza del corazón, movimiento y grosor de sus paredes y el funcionamiento de sus válvulas. Además, puede aportar información de la circulación pulmonar y sus presiones, la porción inicial de la aorta y ver si existe líquido alrededor del corazón (derrame pericardio). Gracias al uso de los ultrasonidos para obtener las imágenes, es una prueba que no irradia al paciente (como sí pueden hacerlo otras pruebas como las radiografías, TAC, etc.). No es una prueba dolorosa ni produce ningún efecto secundario. Y por otro lado, la electrocardiografía, como procedimiento de diagnóstico nos permite obtener un registro de la actividad eléctrica del corazón desde la superficie del cuerpo humano.
Cada vez son las empresas que contratan servicios específicos con el objetivo de identificar factores de riesgo que inciden en la aparición de un rendimiento menor de las personas en las organizaciones a causa de ECV, realizando a sus trabajadores las dos pruebas médicas no invasivas de las que hemos hablado y enseñando técnicas para disminuir la tensión fisiológica y de estrés.
Como decía Schopenhauer, “La salud no es todo, pero sin ella todo lo demás es nada”.
Artículo escrito por Virginia Mateo Prieto, cofundadora de SinkServices.