El INE acaba de lanzar los datos de la última Encuesta de Población Activa (EPA), que corresponden al primer trimestre de 2022. A su vez, estos son los primeros meses de aplicación de la nueva reforma laboral, que dio un periodo de transición hacia los modelos laborales que han entrado en vigor.
Desde la plataforma de empleo Infojobs realizan un análisis de estas cifras, destacando en primer lugar el frenazo que ha sufrido la creación de empleo; un cambio de ritmo causado por el delicado contexto que suponen el alza de precios y la incertidumbre bélica.
Así, las estadísticas de la EPA muestran que la ocupación se redujo un 0,5% respecto al trimestre anterior, mientras que el número de desempleados ha crecido en 70.900 personas. Y aunque el total de ocupados ha disminuido en 100.200 personas, la variación interanual del empleo muestra un crecimiento del 4,57%. En resumen: los datos del primer parcial de 2022 muestran que la velocidad de creación de empleo del mercado se ha reducido, aunque siguen siendo mejores que hace un año.
La productividad de la economía española supera a la etapa prepandemia
Además de la creación de empleo, la otra gran cifra que debemos observar es el número total de horas efectivas trabajadas. El INE pregunta a los encuestados por el volumen de tiempo que trabajan a la semana. Este indicador permite saber si el empleo que se está creando es de mayor o menor calidad al contar con jornadas extensas de trabajo, y, por tanto, si la productividad por trabajador está aumentando o no.
Durante los dos años siguientes, y pese a algunos retrocesos puntuales, el mercado laboral se ha recuperado hasta permitir que el nivel de horas trabajadas a comienzos de este año 2022 se sitúe parejo con el de 2019 y 2018, aunque todavía lejos de ese máximo.
Pero para poner estos datos en contexto también hay que mencionar que España tiene ahora aproximadamente 600.000 personas más trabajando que hace tres años, un dato que merece atención y seguimiento. Así que se está creando empleo (superando las cifras de ocupados prepandemia), pero eso no supone un aumento de la productividad, lo que implica que dicho empleo es de baja calidad. Esto tiene consecuencias tanto para la sociedad (mayor precariedad y descontento) como para la economía (menor competitividad laboral frente a otros países).
Y es que, ante crisis económicas o situaciones imprevistas, los empleos más precarios son los primeros en ser destruidos (contratos temporales, jornadas reducidas frente a completas, horas pagadas en B, etc.). Si estos son ocupados en mayor proporción por mujeres que hombres, la vulnerabilidad laboral que sufren ellas es mayor en contextos de fuertes contracciones económicas, lo que puede lastrar el desempeño laboral a lo largo de la vida.