El bienestar de las emociones

Nacho Torres26 noviembre 20159min

EMPRESA SALUDABLE

Sentir las emociones. Reconocer las emociones, controlar la conducta. Una cadena de sucesos que nos hacen más eficaces en las relaciones interpersonales. Para Antonio Damasio, conocido neurólogo portugués, profesor de la cátedra David Dornsife de Psicología, Neurociencia y Neurología en la Universidad del Sur de California y premio Príncipe de Asturias, el sistema emocional es un sistema operativo que poseemos para proteger al cuerpo de riesgos exteriores. Así como el sistema inmune nos protege de amenazas internas (si sufro una herida o recibo cuerpos extraños, se pone en marcha, de forma automática, un programa que emite plaquetas, glóbulos blancos, anticuerpos, encargados de eliminar la amenaza), el sistema emocional se pone en marcha de forma automática para evitar la amenaza exterior. Tanto uno como otro son inconscientes y no puedo controlar la emisión de glóbulos blancos, como tampoco puedo evitar tener emociones.el bienestar de las emociones

Una de las emociones mejor estudiada es la del miedo. Ante una situación que nos provoca miedo se activa una glándula del cerebro, la amígdala, que genera la emisión de adrenalina y testosterona, bloqueando las conexiones con el córtex cerebral. Se incrementa la frecuencia cardíaca, se contraen los vasos sanguíneos, se dilatan los conductos de aire, se potencia la masa muscular y se prepara al cuerpo para atacar o huir; no se deja mucho espacio para pensar pues se requiere una reacción rápida.

Con este ejemplo vemos la dificultad que tenemos para controlar las emociones. En realidad no podemos controlar las emociones, tan sólo podemos controlar la conducta derivada de una fuerte emoción; ¿cuántas veces nos hemos lamentado de habernos comportado de determinada manera, llevados por el impulso emocional del momento?

Sin embargo, controlar la conducta no es sencillo pues el propio sistema emocional está limitando las conexiones con el córtex y no nos permite pensar. No obstante, existen alternativas que nos facilitarán avanzar por el camino que deseamos y que son entrenar situaciones concretas y reconocer las emociones antes de actuar.

ENTRENAR SITUACIONES CONCRETAS

Las empresas y las personas que trabajan el control emocional, la inteligencia emocional, identifican situaciones que le provocan tensión o malestar para meditar sobre ellas, racionalizar el momento y decidir qué hacer cuando se produzca la situación (si lo llevamos pensado no tenemos que reflexionar sobre ello en el momento en que sucede). Algunos ejemplos de ello son:

– ¿Con cuál de mis colaboradores tengo peor relación? ¿Cuándo se producen las fricciones? ¿Qué debería hacer yo en ese momento?
– ¿Qué ocurre si en la próxima reunión alguien se opone rotundamente a mi propuesta? ¿Cómo tengo que reaccionar?
– ¿La próxima vez que mi pareja me grite, cómo he de responder?

Cuando ante una situación concreta nos comportamos de la misma manera de forma reiterada, nuestro comportamiento se convierte en un hábito y el hábito se manifiesta de forma espontánea sin que tengamos que preocuparnos por lo que hacemos. A nadie se le escapa que no reacciona de la misma manera un GEO o un policía ante una persona armada, que un ciudadano corriente. ¿Son más valientes? No tiene por qué, lo que ocurre es que para ellos esa es una situación prevista y entrenada.

RECONOCER LAS EMOCIONES ANTES DE ACTUAR

El entrenamiento sirve para situaciones previsibles pero cuando no lo son, ¿qué debemos hacer? Tratar de reconocer las emociones por sus síntomas es una de las posibilidades. Todas las emociones provocan cambios fisiológicos: sudan las manos, se eleva la temperatura corporal, se eriza el vello, se agita el ritmo cardíaco, tiemblan las piernas, nos molesta el estómago, sentimos nauseas, etc. Podemos aprender a detenernos a reflexionar en cuanto sintamos un cambio de este tipo: ¿qué me está pasando? ¿por qué siento esto?, de forma que identifiquemos la situación antes de actuar y que lo hagamos como nosotros deseamos y no de forma impulsiva. En este sentido la cultura popular ya nos da alguna recomendación: “Cuenta hasta diez antes de actuar”. Este u otros trucos, como respirar profundamente cuatro o cinco veces centrándonos en la respiración, nos permitirán tomar unos segundos para desbloquear el córtex y poder pensar. Otro truco es contar los números impares de 100 a 1. La cuestión es apartar de la mente la situación que está provocando la emoción para poder recapacitar sobre ella.

Las personas y las empresas que se preocupen por divulgar este tipo de conocimiento y de formar o formarse en los mismos desarrollarán pautas de conductas que les harán más eficaces generando unas relaciones interpersonales más satisfactorias y productivas. No obstante, esto sólo no sirve para hablar de “bienestar de las emociones”. Tener un cuerpo dolorido no es estar sano aunque sepamos qué analgésicos debemos tomar para evitar el dolor.

Las emociones básicas son cinco: la ira, la alegría, el miedo, la tristeza y el asco, y seis si consideramos la opinión de numerosos investigadores que incluyen la sorpresa. No hay emociones buenas o malas, positivas o negativas. En realidad, todas las emociones son buenas pues lo que hacen es protegernos de las amenazas del entorno: la falta de miedo nos puede llevar a tomar riesgos que pongan en peligro nuestra vida y el exceso de alegría nos puede hacer perder la percepción de la realidad, con consecuencias negativas para nosotros. Así, de igual manera que una persona sana es aquella cuyo sistema inmune entra en funcionamiento pocas veces o lo hace con baja intensidad, la persona que goce de bienestar emocional será la que no tiene necesidad de estar controlando permanentemente su conducta pues actúa en un entorno que le resulta propicio y sus emociones se manifiestan poco o de forma muy tenue.

BIENESTAR EMOCIONAL EN LA EMPRESA

Las empresas que velen por el bienestar emocional de sus componentes serán aquellas que son capaces de generar entornos de trabajo en los que se da pie a la iniciativa para que las personas puedan desarrollar todo su potencial, respetando la independencia de los demás; en los que la confrontación se plantea como una oportunidad para debatir y avanzar y no como lucha de personalidades; en los que las personas son claras transparentes y directas, no ocultan información, delegan y construyen una visión común. A las empresas que se preocupan por estos asuntos y los llevan a la práctica podemos denominarlas Organizaciones Emocionalmente Inteligentes, cuyas diferencias frente a las Emocionalmente Dependientes las podemos observar en el cuadro adjunto.

La Organizaciones Emocionalmente Inteligentes se preocupan por sus profesionales desde su incorporación, integrando a personas con talentos y motivación en línea con los objetivos profesionales, capaces de compartir una visión común y de integrarse en la cultura de la empresa; velan por mantener una información continua, fluida y veraz; son justas y equitativas, no hay tratos de favor y prima la meritocracia en la valoración de las personas. En definitiva, las empresas que se preocupan por el bienestar emocional de sus empleados crean entornos laborales vinculantes, son más atractivas para sus trabajadores y obtienen mejores resultados.

José Luis Dirube, Socio Director de POP OMEGA.


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