España ha perdido más de 700.000 habitantes en los últimos cinco años

Redacción14 febrero 20186min
EAE Business School publica el informe Evolución de la estructura demográfica en España en el que se analizan los retos y las contradicciones de una creciente pirámide invertida – por lo tanto en una población envejecida- en una sociedad instalada en el estado del bienestar y sus correspondientes dimensiones: pensiones, dependencia y sanidad, entre otros.
Del estudio se extrae que, tras años de crecimiento sostenido, la población de nuestro país alcanzó su máximo en 2012, con 47.265.321 habitantes, de los que 41.529.063 son españoles y el resto, 5.733.258 son extranjeros que suponen el 12,14% de la población total. En 2015 y 2016, ya hubo más defunciones que nacimientos, instalando así el crecimiento vegetativo de la población en cotas negativas. Una tendencia de las defunciones que sigue creciendo moderadamente.

En apenas 5 años, de 2012 a 2017, España ha perdido más de 700.000 habitantes. A la vez, en los años más duros de la crisis económica, bajó intensamente el porcentaje de población extranjera mientras creció de forma sostenida el porcentaje de españoles que residen en el extranjero. En el año 2030, la población española tendrá menos de 46 millones, y en 2065, en apenas 41, aproximadamente, la misma cantidad que en el año 2001.

En 2017, la Tasa Bruta de Natalidad (TBN) de España – número de  nacidos vivos por cada mil habitantes- fue de las más bajas del mundo, concretamente 8,75 nacidos vivos por cada mil habitantes. En este sentido, las mujeres españolas tienen su primer hijo, de media, superados los 31 años, mientras que en los años 70 era a los 25 años. Esto se debe a la incorporación de la mujer a niveles educativos superiores y al mercado de trabajo, el uso de anticonceptivos, la percepción de la maternidad como una opción vital, la crisis económica, la precarización laboral y las dificultades de conciliación.
La esperanza de vida fue de 83,15 años en 2016 – 85,85 para las mujeres y 80,37- para los hombres. Desde 1991, en solo 26 años, la esperanza de vida en el conjunto del país se ha incrementado en más de 6 años, la de los hombres casi 7 y la de las mujeres más de 5. La diferencia de esperanza de vida entre los hombres y mujeres tiende progresivamente a reducirse a consecuencia de una mayor sensibilización de los primeros en todo lo relativo al autocuidado y la salud.

El IE (Índice de envejecimiento) en España presenta una notabilísima tendencia creciente; según esas proyecciones, en el año 2050 habrá 76 jubilados por cada 100 habitantes en edad de trabajar. Para entonces, junto a Japón, España presentará los indicadores de dependencia de personas mayores de 65 años y potenciales trabajadores más elevados del mundo.

Por otro lado, un mayor o menor número de inmigrantes o emigrantes también impacta en el saldo total de la población. En el periodo 2008-2013, se apreció el impacto de la crisis económica en el que la inmigración, tras años de crecimiento sostenido, inicia una moderación continuada que solo toca suelo en 2013, en los albores de la recuperación. En sentido contrario, la emigración – de españoles a otros países- creció imparable en ese periodo hasta que se invierte la tendencia a partir de 2014.
Los jóvenes de franjas de edad comprendidas entre 30 y 34 años, de 20 a 25 años y la de 35 a 39 años son los que más emigraron desde el inicio de la crisis en 2008, hasta alcanzar su máximo histórico en 2015. Este año, de las más de 343.000 personas que emigraron con destino al extranjero, casi 100.000, fueron españoles.
En 30 años, la estructura demográfica ha dejado atrás un perfil marcadamente joven para incorporar los rasgos propios de las sociedades más envejecidas del mundo. España ha evolucionado de la clásica pirámide de base amplia hacia la pirámide invertida.  La pirámide invertida plantea una serie de dificultades para hacer sostenible la sociedad del bienestar. En este sentido, el director del informe, Salvador Perelló,  indica medidas como las políticas pronatalísiticas para vigorizar a medio plazo en términos relativos la estructura demográfica de una sociedad, pero que  no garantizan una solución a problemáticas como el sostenimiento del Estado de bienestar en todas sus dimensiones (pensiones, dependencia, sanidad etc.). Perelló matiza que tener más hijos incrementa la población potencialmente activa, pero en ningún caso garantizará que estén ocupados, y que las características de esa ocupación y empleo sean las adecuadas para sostener el sistema.
En realidad, la estructura ocupacional que caracteriza el mercado de trabajo es la que determina la capacidad de una sociedad para amortiguar y hacer sostenibles los efectos del envejecimiento.  El sistema se sostiene no por la gente joven por el simple hecho de ser joven, sino por los que trabajan (ocupados) y en condiciones suficientemente dignas como para contribuir al sistema y garantizar su propio futuro.
En este link se puedes descargar el estudio.

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