Le he leído un cuento a mi hija. Le sigue gustando. Y yo encantado. Un subterfugio suyo para atrasar la hora del sueño. Una concesión para estar un ratito más juntos. Un regalo para no perder la niñez. El libro elegido es casi siempre el de «Cien nuevos cuentos». Un tesoro que guardo y comparto. Siempre me sorprendió que tuviese 100 cuentos. No creía en el título y ya hace tiempo los conté. El juego es abrirlo al azar y ponerse con el que toque. Aunque no es así realmente. Ese no. Ese tampoco. No lo hemos leído. Prefiero el del gusanillo amarillo. Será la vez número veintitrés. Vamos a probar con este. Cara rara. Empiezo a leer.
Cuesta cambiar rutinas. Ese pañuelo con este bolso y esos zapatos. Ese vino con esa comida. Esa música con aquel momento. Este domingo con ese aperitivo. A mí me ha ocurrido tener que variar por las circunstancias del momento, y en ocasiones he descubierto estupendos restaurantes, interesantísimas colaboraciones, espectaculares paisajes, fantásticas personas. ¿Por qué no le he hecho antes? Perder el miedo a tener curiosidad. Sólo mata a los gatos. Por cierto, el cuento gustó.
Feliz fin de semana a todas, todos.
Francisco J. Fernández Ferreras