Quietud. La tarde se va. El aire acondiciona el salón. Apoyo la cabeza sobre el respaldo del tresillo. Mullidito. Se hunde. Cierro los ojos. Un piano clásico se encarama a una nube de corcheas. Todavía tengo el regusto del jamón ibérico en la boca. Con pan y vino. El capricho del día. Simple minds, simple pleasures. Ahora Sabina pellizca la guitarra. Como David Letterman lo hacía en la minifalda de Cher. Subida a unas piernas interminables en unos tacones imposibles. Paz. Mi pie deja escurrir la alpargata. Y se posa en la alfombra. Mi pie. Suspiro. Me sorprendo con una sonrisa en la boca. Ya no siento el pie.
Vivimos en un cuerpo. O con un cuerpo. Que muchas veces no queremos escuchar. Al que no le dejamos hablar. Y de no conversar, acabamos por no entenderle. Y yo creo que es sabio. Ese componente que nos complementa la lógica. Sentir. No, por Dios. Eso es de… ¿personas? Abrazar, escuchar, mirar, tocar, doler, degustar, olfatear, chupar. No tengamos prisa. Dialoguemos con nuestros sentidos. ¿Nos avergonzamos de poder ser sensibles? Ten cuidado, no vayas a decir, o cantar, o bailar (¡la leche!) algo inconveniente. Y la policía orweliana te recluirá en el palacio del éxito social.
Feliz fin de semana a todas, todos.
Francisco J. Fernández Ferreras.