Llevamos una temporada en la que llueve. El otro día leía que la Virgen de la cueva había dimitido porque el tema se le había ido de las manos. Que llueva, que llueva. Y esto genera multitud de opiniones. Que fenomenal porque se limpia la atmósfera y ahora se respira mucho mejor. Que va a ser terrible la cantidad de gramíneas que va a haber en verano y pobre de los asmáticos y de los que tienen alergia. Que el año pasado por estas fechas ya estábamos a 30ºC. Que, como decía mi abuela, al invierno no se lo come el lobo, y estamos pagando por la falta de frío en su momento. Opiniones para todos los gustos. Y mientras tanto, que llueva, que llueva.
Para algunos temas nos sobra criterio y opinamos sin parar. Para otros, como diría Luismi, nos encontramos en una situación homeopática. Disueltos en una concentración ínfima sobre el total. Bombardeados por información sin saber qué decir. Y sin saber cómo actuar. Miedosos por falta de criterio. Pereza mental. Que llueva, que llueva. Parece que nos conformamos con la conversación de ascensor. Me encanta el modelo anglosajón sobre los debates. Una misma frase. Dos equipos que deben argumentar posiciones contrarias. Lo importante no es estar en lo correcto. ¿Qué es lo correcto? Sino defender de forma sólida. Con datos. Con coherencia. Y saber rebatir de la misma forma. Eliminar desidias neuronales. Yo tengo la suerte de pertenecer a algún grupo de mentes ágiles, despiertas, entrenadas. Que te fuerza a darle a la manivela. A que no te valga cualquier cosa. A salir de la «flat line». Y a que las nubes se levanten.
Feliz fin de semana a todas, todos.
Francisco J. Fernández Ferreras.