- Pueden aportar una visión no sesgada sobre la novedad y el valor de la idea, más allá de las cuestiones técnicas que esta incorpore.
- Pueden aportar sugerencias sobre alteraciones que sean comunes en otras industrias pero que nunca se te habrían ocurrido a ti o a tu equipo.
- Pueden ayudarte a entender si estás explicando la idea de manera clara a alguien que no esté inmerso en tu misma realidad.
En otras ocasiones, son las personas que forman parte de tu organización, las que deben salir a buscar nuevas perspectivas, aprendizajes e ideas más allá de los muros de tu empresa. Incluso es recomendable cruzar los límites de tu industria.
La innovación, en la mayoría de ocasiones, suele ser una recombinación no obvia de elementos ya existentes. Cuantos más elementos tengamos para recombinar, más posibilidades tendremos de realizar la combinación más adecuada. Es justamente en la intersección de disciplinas donde se produce un mayor intercambio de elementos, es decir de ideas y conocimiento.
Pensar de forma creativa implica a menudo conectar las ideas de tu área de conocimiento con las de aquellos que son expertos en otros campos, que están fuera de tu esfera de influencia. Construir una red integrada por individuos diversos, y forzarse a generar conexiones dentro de esa red te permitirá adquirir una perspectiva radicalmente diferente.
No es de extrañar que en el libro «El ADN del innovador», se presente la habilidad de crear redes formadas por personas diversas, como una de las cinco habilidades básicas que explican las diferencias existentes entre las personas innovadoras y las no innovadoras. Afortunadamente, para todos nosotros, esas cinco habilidades pueden en gran medida desarrollarse, y no dependen únicamente de la genética.
A modo de recordatorio, las cinco habilidades que poseen los innovadores, y cuyo descubrimiento es resultado de años de investigación, son las siguientes:
- Habilidad de crear redes de ideas
- Habilidad de cuestionar
- Habilidad de observar
- Habilidad de experimentar
- Habilidad de asociar
Cuando una persona pasa mucho tiempo trabajando en una misma empresa, lo más habitual es que termine interiorizando las creencias y ortodoxias de esa organización. La creatividad desaparece lentamente, y es reemplazada por excusas como «esto aquí no funcionará», «al jefe no le gustará» o «así es como siempre lo hemos hecho».
Invitar a externos para que aporten sus perspectivas y su conocimiento, a lo largo del proceso de innovación, contribuye a generar ideas más originales, y a eliminar las excusas. Además, mirar también más allá de las paredes de tu empresa, te permite que puedas incorporar nuevos aprendizajes y que seas capaz de tener ideas a partir de analogías.
Llegados a este punto, parece que los beneficios de buscar perspectivas externas son claros. La pregunta del millón es cómo hacerlo. Y más importante todavía, cómo asegurarse de que se hace de manera rutinaria. Ese es el reto. Del modo en que se aborde puede depender la capacidad de innovar de tu empresa.